Por la mañana, la Reina le preguntó:
-¿Has dormido bien?
-¡Oh, terriblemente mal!
-respondió la princesa-. Apenas pude pegar los ojos en toda la noche. Sólo Dios sabe lo qué había en esa cama. Me parecía estar acostada sobre algo muy duro, y amanecí con toda la espalda negra y azul. ¡Fue algo espantoso!
Y todos supieron en seguida que
aquélla tenía que ser una verdadera princesa para sentir la arveja a través de veinte colchones y veinte acolchados de plumas. Nadie sino una auténtica princesa podría tener la piel tan delicada.
Y el Príncipe la tomó por esposa, seguro ya de que se trataba de una legítima Princesa. La arveja fue llevada a un museo, donde todavía puede ser vista si es que no la han robado.
Y ésta es una verdadera historia.