https://www.elaleph.com Vista previa del libro "La depresión: El monólogo del diablo" de Ytalo Donadelli (página 2) | elaleph.com | ebooks | ePub y PDF
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La obra es persistente en demostrar lo determinante y básico que supone el ambiente que rodea a un depresivo, familiares, amigos, condiciones de habitabilidad, para sobreponerse a cada ciclo de la enfermedad. Normalmente ese entorno es deficiente y existe mucha desinformación respecto a los síntomas y las características de la enfermedad, lo primero que la gente suelta es “ese o esa lo que está es triste, ya se le pasara” y en consecuencia actúan, desconociendo los desenlaces desastrosos que pudiesen estar involucrados, desde intentos de suicidios o su materialización hasta ocasionar una tragedia. Razones por demás de extrema importancia para que las familias y amigos que aprecian a las víctimas de esta terrible enfermedad- que yo muchas veces pienso es peor que un cáncer-, se informen y aprendan a sobrellevar junto con el enfermo sus sinsabores y desdichas. Entiendo que muchas veces nos agotamos ante tantas cosas negativas, lúgubres y desmotivadoras que a menudo invaden la mente y luego las palabras del deprimido. Sentirse abrumada, que se acabaron las palabras de aliento, que ya no puedes más con la situación, y que poco te vale lo que ocurra, que sientes que esos mismos sentimientos te embargan, que tu vida también es así, que nada bueno te espera, y si no te percatas a tiempo te arrastrará al mismo abismo, pero lo tuyo ya no será por enfermedad sino por que te has dejado llevar por el ambiente, entonces ¿de que le puedes servir al enfermo en ese estado? Viviendo en San Antonio, Texas, salía del trabajo en horas de la tarde, ya en la autopista que me conducía a mi casa, llamé a mi hermana que vive en Miami, y comencé a hablar con ella de la situación de mi amado depresivo y a pocos minutos de la conversación despegué a llorar, con un sentimiento profundo, del alma, de mis entrañas, en el que privaba una enorme impotencia, un atar de manos que te deja sin herramientas, sientes que tus palabras de nada sirven, que ya tu apoyo no es efectivo, que no le eres útil en nada y entonces le dije” quisiera tener un gran poder en mis manos para tocarlo y que todo esto pasara ya, quisiera tener el poder de ayudar y cambiar su vida”. Como estos momentos pudiera contar muchos ocurridos a lo largo de veinte años. Pero de algo estoy segura que por el aprecio o el amor que se tiene por un ser querido que atraviesa estos trances, empiezas a reflexionar que no es su culpa, no actúa de esa absurda manera porque quiere, no es el típico negativo que ve la vida sin colores ni brillo, no, esto es otra cosa, es una enfermedad, y todo el estado de animo es involuntario, escapa de sus manos, es por lo que la familia con toda la disposición que tenga debe ir en su rescate ya que nunca se sabe cuando la idea del suicido se apodere de él y sea demasiado tarde para ayudarle. Cuando amas a una persona que sufre de depresión siempre renacen las fuerzas y con ellas el deseo de sostenerlo, protegerlo, adquieres paciencia y sobretodo aprendes a escucharlo, sacas de lugares recónditos dentro de tu ser palabras que le den aliento para seguir adelante y esperanzas de que algún día todo pasará.
La depresión como otras enfermedades mentales no se puede vivir ni sobrellevar a solas, se necesita de alguien que por lo menos escuche, con quien pueda desahogarse, contar penas, amarguras, dolencias, malestar con el prójimo y con el mundo en general. Por eso es que insisto en que la familia es crucial para mantener con vida a un deprimido, convencida estoy que las familias que están viviendo o que alguna vez vivieron semejante pesadilla, no les faltarán experiencias para contar como la de que en muchas ocasiones esperaron encontrarse con el cuerpo sin vida de su ser querido, quizás colgado del techo, con un frasco de pastillas vacio al lado, con un disparo en alguna parte vital del cuerpo y que mientras vienes en camino tu mente no cesa de pensar en el peor de los escenario y que si tus pensamientos son acertados, te empiezas a martirizar con la idea que todo esto es culpa tuya, que no fuiste lo suficientemente diligente como para evitar el trágico final. Por otro lado, cuando se habla de depresión muy poco se piensa en lo que la familia sufre, en que la familia también es una víctima y que merece ser considerada, porque también para ella hay momentos muy difíciles que la llevan a la desesperación y al agotamiento, es una enfermedad que como una epidemia ataca al núcleo familiar, no todos sufren de igual manera, pero al final se ven afectados. Al leer esto cualquiera diría, ¡pero esto es un laberinto aquí todos estamos perdidos!, pues les digo que no,  sólo se requiere de disposición y de mucho amor, además cuando el depresivo esta en sus días buenos puedes pasarla muy bien, puedes hacer planes y lograr llevarlos a cabo, puedes reír, disfrutar, sostener conversaciones placenteras, en general pasarla bien, aunque con la zozobra que la rueda no se detiene, que en cualquier momento viene el tiempo malo, hasta aprendes a detectarlo, se te desarrolla el olfato y casi hueles cuando está cerca y así pasan los años entre verdes y maduras. Así que debemos aprovechar al máximo los tiempos gratos y favorables, vivirlos con intensidad, vale la pena, nos revitaliza y prepara para el próximo combate. Quizás algunos de nosotros nos veamos reflejados en la obra, puede que encontremos en ella una manera de paliar la situación ante una crisis depresiva por la que estés atravesando o alguna persona a la que amas. Hay que mantener la vista puesta sobre algo a lo que puedas aferrarte, que nos mantenga firmes, no se desvanezca ante las tribulaciones y para mi ha sido y es Dios. A todas las víctimas les deseo que encuentren la mejor manera de sobrellevar la situación y cada día sea para ustedes un nuevo amanecer, un nuevo comienzo y que le demuestren a la depresión que ustedes son más fuertes que ella.


María Donadelli
Esposa del autor

 
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La depresión: El monólogo del diablo de Ytalo Donadelli   La depresión: El monólogo del diablo
de Ytalo Donadelli

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