el pelo suavemente alzado por la brisa
algo viva; o dormido, en un surco que a medias
segaron, al aliento de las adormideras,
mientras tu hoz respeta trigo próximo y flores
enlazadas. Y a veces, como una espigadora,
enhiesta la cargada cabeza, un riachuelo
cruzas; o junto a alguna prensa de cidras, velas
pacientemente el último fluir, horas y horas.
¿Dónde están las canciones de primavera?
¡Ah! ¿Dónde?
Ni pienses más en ellas, pues ya tienes tu
música,
cuando estriadas nubes florecen el suave
morir del día y tiñen de rosa los rastrojos;
entonces el doliente coro de los mosquitos
entre sauces del río se lamenta, elevándose
o bajando, según el soplar de la brisa;