No tenemos noticia de que hasta la fecha
se haya traducido el Convivio de El Dante al
castellano. Ardua es la empresa, y no otra nuestra pretensión que la de mostrar al lector curioso el divino misterio del pensamiento de Alighieri; vano intento sería por nuestra parte el intentar descorrer el sutilísimo velo que lo envuelve. Si toda traducción es difícil, por la imposibilidad de interpretar con la mera versión de las palabras la pureza del original, mucho más ha de serlo ésta, en que a cada paso se nos ofrecen intrincadísimos problemas, cuya solución requeriría, no ya el enciclopédico saber que las páginas del Convivio denotan, pero la
virtud poética, que constituye a nuestros ojos su gloria
imperecedera.
Hemos procurado ajustarnos todo lo posible
a la letra del texto, en la creencia de que así interpretaríamos
mejor su espíritu que con ninguna adaptación. No se achaque, pues,
únicamente a defecto de nuestra traducción la obscuridad en que a
veces se pierde el lector por entre las razones sutiles del Convivio. La poesía tiene, como principal atributo de su
condición divina, la de que su esencia ulterior y suprema no aparece
paladinamente a los sentidos corporales. Las canciones de El Dante son
poesía por excelencia. Doce años tardó el poeta
inglés Coleridge en comprender una que tradujo luego de leerla diez veces cada año.