La defensa de Bahía está en manos de un ejército bastante numeroso. Se encuentran allí tres a cuatro regimientos regulares, así como muchos de la guardia civil, entre los que se destacan un regimiento de negros y otro compuesto enteramente de mulatos. Varias veces el gobernador se vio precisado a utilizar estas tropas para sofocar la sublevación de los esclavos negros, que integran la gran mayoría de la población de esta gran ciudad. En ocasión de los disturbios de Pernambuco, ocurridos cuando aún me encontraba en Bahía, se enviaron allá todas las tropas disponibles. Los buques de guerra cargados de tropas y pertrechos procedentes de Río de Janeiro se unieron a los de la rada de Bahía y entre todas bloquearon el puerto de Olinde o Pernambuco. En esa ocasión también cupo elogiar las medidas rápidas y adecuadas del gobernador conde Dos Arcos. Gracias a su acción efectiva el rey conservó esa hermosa provincia y se sofocó el espíritu de la sedición; los cabecillas de la insurrección, Martims, Ribeira y Mendoza, fueron fusilados públicamente en Bahía y aún se vio morir de esta forma a sacerdotes. Por otra parte, en dicha ocasión el espíritu de la población probó ser fiel a su rey y dependiente de él, pues el repudio contra esa sedición fue general y en caso de mayor peligro se habría confirmado esa adhesión a la corona por vía de los hechos.
Varios fuertes defienden a la ciudad de Bahía de todo ataque; en la costa norte, el fuerte de S. Antonio da Barra protege la entrada a la Bahía de Todos los Santos; en lo alto del cerro, donde está emplazada la ciudad superior, se encuentra la ciudadela y precisamente frente a la ciudad se ha construido en el puerto un nuevo fuerte dotado de varias baterías de cañones pesados que son disparados en ocasiones especiales, de preferencia en las grandes festividades y para saludar a los navíos que entran a puerto.
Mi estada en la vieja capital de Brasil fue sólo de corta duración y me faltó el tiempo necesario para visitar los diversos centros del saber de esta ciudad, por cierto muy pocos a la sazón. Además de la biblioteca pública que con el tiempo se convertirá en una institución respetable y muy útil para la difusión de la cultura en esta región, existen otras de esta clase que atesoran valiosas obras antiguas y modernas. Así, por ejemplo, los monasterios, entre ellos el de los franciscanos, poseen apreciables manuscritos y obras antiguas sobre el Brasil. Asimismo, residen en el país varios estudiosos: el señor Antonio Gomes, corresponsal del conde ven Hoffmarinsegg de Berlín, los señores Paiva, Bivar y otros, que han rendido grandes servicios a las ciencias, en particular al estudio de la naturaleza.
A la generosidad del primero, dueño de una hermosa biblioteca, debo algunos de los interesantes escritos sobre Brasil y a la información de los últimos, algunas observaciones sobre el clima de la ciudad y la región de S. Salvador.
Varios ciudadanos cultos de Bahía me prodigaron una acogida muy obsequiosa. Con gusto hubiese querido utilizar por más tiempo estas facilidades, pero mi nostalgia por la patria y una oportunidad muy favorable para emprender el regreso, apresuraron mi partida.