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Lo que aprendemos de los hombres es el conjunto de una considerable cantidad de material de observación en el terreno, que merece ser volcado al papel. Quizás alguna mujer desprevenida lo lea y le sirva como advertencia para ahorrarse algunos tramos del arduo sendero del trato con el sexo opuesto. Tal vez, también, le sirva a algún hombre –¿por qué no?–, que esté dispuesto a enfrentarse a las vivencias de una mujer respecto a él. Infinidad de veces traté de hallar una guía, un libro, una revista... ¡ALGO que me ayudara! Porque ninguno de “mis hombres” venían con manual instructivo incorporado. Ni siquiera traían incluido un sensor o alarma que advirtiera acerca de reacciones peligrosas o situaciones sin retorno... nada. Muchas veces les reclamé a mujeres sabias que divulgaran sus conocimientos, que nos enseñaran, a quienes estamos pasando por la dolorosa experiencia, el quimérico proceso de conocer a estos seres. No obstante la realidad es que la vida es sabia y nos brinda cada aprendizaje en el momento justo, ése en el cual somos capaces de asimilarlo y estamos preparadas para recibir y capitalizar la sabiduría que nos ponen frente a los ojos. Los hombres deben ser vivenciados; se los debe vivir y sobrevivir, aprender de ellos y, a veces... dejarlos ir. Cuestión nada simple desde el punto de vista femenino –dicho sea de paso–, porque mientras ellos anulan sus pensamientos, nosotras nos pasamos horas, días y semanas analizando posibles causas y consecuencias. Y llorando mares de lágrimas, claro. A veces pienso que quizás, si me hubieran explicado todo acerca de estos seres, no lo hubiera aceptado. ¿Por qué? Porque en mí no estaban dadas aún las condiciones para entenderlo. No puedo afirmarlo... sólo puedo decir: ¿Por-qué-por-qué-por-qué-nadie me advirtió? Habrá quien pueda argumentar que los hombres cambian, que son diferentes según los tiempos que se viven –el hombre de hoy no es el mismo de antaño–, y es cierto. Pero existe otra realidad de la que estoy profundamente convencida: la esencia del hombre, lo mismo que la esencia de la mujer, son inmutables. Es decir, permanecen invariables en el tiempo. El entorno y las modas modifican algunas exteriorizaciones de esta esencia, pero eso no quiere decir que no continúe existiendo, aún contrariando lo que se puede ver en el exterior. Iniciemos, entonces, el volcado al papel de este “bagaje de conocimientos”, que se va desarrollando por etapas, a lo largo de la vida y a partir de la experiencia que va atesorando cada mujer. Cada capítulo trata una situación típica que la mayoría de las mujeres vivimos y sobrevivimos al menos una vez, aunque no necesariamente en el orden que se presentan en este libro.
La autora |
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Lo que aprendí de los hombres
de Karla
ediciones deauno.com
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