Pero la tormenta arreció. Llovía a cántaros y el pequeño Hans
no podía ni ver por dónde iba, ni seguir al caballo.
Al fin, perdió su camino y anduvo vagando por el páramo, que
era un paraje peligroso lleno de pozos profundos, cayó en uno de ellos el pobre
Hans y se ahogó.
Al día siguiente, unos pastores hallaron su cuerno flotando en
una gran charca y lo llevaron a su casita.
Todo el mundo fue al entierro del pequeño Hans porque era muy
querido. Y el molinero estuvo a la cabeza del duelo.
-Era yo su mejor amigo- decía el molinero-; justo es que ocupe
el lugar de honor.
Así es que fue a la cabeza del cortejo con una larga capa
negra; de cuando en cuando se secaba los ojos con un gran pañuelo de
hierbas.
-El pequeño Hans representa ciertamente una gran pérdida para
todos nosotros- dijo el hojalatero cuando hubieron terminado los funerales y
cuando el acompañamiento estuvo cómodamente instalado en la posada, bebiendo
vino dulce y comiendo buenos pasteles.
-Es una gran pérdida, sobre todo para mí- contestó el
molinero-. A fe mía que fui lo suficiente bueno para comprometerme a darle mi
carretilla y ahora no sé qué hacer de ella. Me molesta en casa, y está en tan
mal estado, que si la vendiera no obtendría nada. Os aseguro que de ahora en más
no daré nada a nadie. Se pagan siempre las consecuencias de haber sido
generoso.
-Y es verdad- comentó la rata de agua después de una larga
pausa.
-¡Bueno! Pues nada más- dijo el pardillo.
-¿Y qué fue del molinero?- dijo la rata de agua.
-¡Oh! No lo sé con certeza- contestó el pardillo- y
verdaderamente me da igual.
-Es obvio que el carácter de usted no es nada simpático-dijo la
rata de agua.
-Temo que no haya usted entendido la moraleja de la historia-
replicó el pardillo.
-¿Qué?- gritó la rata de agua.
-La moraleja.
-¿Eso quiere decir que la historia tiene una moraleja?
-¡Por supuesto que sí!- afirmó el pardillo.
-¡Caramba!- dijo la rata con tono irritado-. Podía usted
habérmelo dicho antes de comenzar. De haberlo sabido no lo hubiera escuchado,
con toda seguridad. Le hubiese dicho indudablemente: "¡Ps!", como el crítico.
Pero todavía estoy a tiempo de hacerlo.
Gritó su "¡Ps!" a toda voz, y dando un coletazo, regresó a su
agujero.
-¿Qué le parece a usted la rata de agua?- preguntó la pata, que
llegó chapoteando un poco después-. Tiene muchas buenas cualidades, pero yo, por
mi parte, tengo sentimientos de madre y no puedo ver a un solterón empedernido
sin que se me salten las lágrimas.
-Temo haberle molestado- contestó el pardillo- Lo cierto es que
le he contado una historia que tiene su moraleja.
-¡Ah, eso es siempre una cosa muy arriesgada!- dijo la
pata.
-Y yo soy de su misma opinión en
absoluto.