Primeras impresiones-. -Los españoles. -El empedrado; -Nuestras calles. -Pantanos. -Limpieza de las calles. -Barrido por los mozos de tienda. -Empedrado moderno. -Construcciones antiguas. -La estufa. - Rejas voladas; perjuicios que causaban. -Robos con caña. -Construcciones modernas.
El que después de muchos años de ausencia se encontrase repentinamente en las calles de esta ciudad de la Santísima Trinidad de Buenos Aires, quedaría, sin duda, admirado de los cambios y transformaciones que en ella se habían operado en el transcurso, por ejemplo, de 50 años; aun cuando su admiración se modificase un tanto ante la sencilla reflexión de que el fenómeno que observaba era el efecto natural y lógico de la marcha del tiempo y de los progresos que la civilización paso a paso imprime a los pueblos.
Sin embargo, llevado de su primera impresión, oiría el bullicio en nuestras calles, se asombraría de ver los grupos de vascos, italianos y gallegos que reemplazan en el día a nuestros antiguos negros changadores; observaría el ir y venir de tranways, de carruajes, y se abismaría de los diversos medios de transporte de que hoy disponemos; contemplaría absorto los regios edificios particulares, los suntuosos palacios y la magnificencia y austera belleza del inmenso número de nuestros edificios públicos.
Pero mayor sorpresa experimentaría cuando, llamando en su auxilio aun recuerdos, contemplase tal cual los dejó en aquella ya remota época, en diversos puntos de la hoy vasta ciudad, y cual si protestasen contra la transformación completa que se pretendía operar, por ejemplo, la casa de la Virreina Vieja; en la calle del Perú, hoy convertida en Monte-Pío; el edificio entonces denominado el Consulado (hoy Tribunal de Comercio), en la misma calle; la casa de Del Sar, calle San Martín; la casa de la calle Belgrano, donde en el día se encuentra la Comisaría General de Guerra, que fue construída en 1778; y tantos otros edificios diseminados por la ciudad, que conservan la fisonomía especial de las construcciones de aquella época, con sus espaciosas piezas, sus grandes patios 1º, 2º y 3º, o huerta; edificadas en terrenos de 17 1/2 varas de frente y fondo completo (75 varas); y evocando siempre esos mismos recuerdos, se encontrase repentinamente en una calle central, en medio de soberbios edificios, tal vez de tres o cuatro altos, con un antiquísimo cuarto o casucho amenazando ruina y conoció con el mismo aspecto derruido, allá por los años 15 o 16, o aún antes; y por fin, los mismos altos y bajos en algunas de sus veredas, la misma mezquina y ruin estrechez de sus calles, con que los fundadores de esta magnífica ciudad contribuyeron, sin pensarlo, a su futura insalubridad.
Constituía la ciudad un vasto paralelogramo, dividido en cuadras, cada una de 150 varas.
Nuestras calles permanecieron por muchos años sin empedrado. Para aproximarnos al origen de éste, penetremos por un momento a la época colonial, aun, cuando nuestro propósito sea que estos recuerdos daten del año 10 adelante.