No se hizo de rogar el estudiante, y se largó más que de prisa, despidiéndose del tío Cándido con lágrimas en los ojos y tratando de besarle la mano por la merced que le había hecho.
Contentísimo el tío Cándido de su obra de caridad, se volvió a su casa sin burro, pero no quiso decir lo que le había sucedido porque el estudiante le rogó que guardase el secreto, afirmando que si se divulgaba que él había sido burro lo volvería a ser o seguiría diciendo la gente que lo era, lo que le perjudicaría mucho y tal vez impediría que llegase a tomar la borla de doctor, como era su propósito.
Pasó algún tiempo, y vino el de la feria de Mairena.
El tío Cándido fue a la feria con el intento de comprar otro burro para sustituir al mal estudiante.
Se acercó a él un gitano, le dijo que tenía un burro que vender, y le llevó para que le viera.
Qué asombro no sería el del tío Cándido cuando reconoció en el burro que quería venderle el gitano al mismísimo que había sido suyo, y que se había convertido en estudiante. Entonces dijo el tío Cándido para sí:
-Sin duda que este desventurado, en vez de aplicarse, ha vuelto a sus pasadas travesuras, su padre le ha echado de nuevo la maldición, y cátale ahí burro por segunda vez.
Luego, acercándose al burro y hablándole muy quedito a la oreja, pronunció estas palabras, que han quedado como refrán:
-Quien no te conozca que te compre.