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No había error alguno. El inspector apretó el timbre, y le dio la descripción a Alarico y dijo:

-Haga imprimir cincuenta mil ejemplares de estos datos y que los envíen por correo en seguida a las oficinas de todos los detectives y de todos los prestamistas del continente.

Alarico se fue.

-Bueno. Hasta aquí vamos bien. Ahora, quiero una fotografía de la cosa robada.

Le di una. La examinó con aire crítico y expresó:

-Deberá bastarnos, ya que no disponemos de otra cosa; pero en esta foto el elefante tiene arrollada la trompa y se la ha metido en la boca. Éste es un detalle lamentable y encaminado a confundir, ya que, naturalmente, no la tiene, por lo general, en esa posición.

Y tocó el timbre.

-Alarico, haga imprimir cincuenta mil ejemplares de esta fotografía a primera hora de la mañana y despáchelos por correo con las circulares descriptivas.

Alarico se retiró para cumplir con las órdenes. El inspector dijo:

-Por descontado que será necesario ofrecer una recompensa. ¿Cuál será la cantidad?

-¿Qué cantidad le parece bien?

-Para empezar, yo diría... pongamos, veinticinco mil dólares. El asunto es complejo y difícil; hay mil caminos de escape y posibilidades de ocultamiento. Esos ladrones tienen amigos y cómplices en todas partes...

-¡Dios mío! ¿Sabe usted quiénes son?

El astuto rostro, experto en el arte de disimular los pensamientos y las emociones, no me permitió que adivinara lo más mínimo, ni tampoco me lo permitieron las palabras de réplica, tan plácidamente pronunciadas...

-No le importe eso. Puede ser que sí y puede ser que no. Por regla general, nosotros barruntamos en forma bastante aproximada quién es nuestro hombre por el tipo de trabajo y la magnitud del juego en que se embarca. Aquí, no tenemos que vérnoslas con un carterista ni con un ratero de salón, vea bien. Este objeto no ha sido "escamoteado" por un principiante. Pero, como le estaba diciendo, si se toma en cuenta el cúmulo de viajes que deberán hacerse y la diligencia con que los ladrones eliminarán sus huellas a medida que avancen, veinticinco mil dólares serán quizá una suma harto pequeña, aunque me parece que vale la pena comenzar con eso.

De manera que nos atuvimos a esta cifra, para empezar. Luego, aquel hombre, a quien no se le pasaba detalle alguno que pudiera servir como pista, dijo:

-En la historia detectivesca, hay casos elocuentes de que los maleantes han sido atrapados merced a las peculiaridades de su apetito. De modo que... Veamos... ¿Qué come ese elefante y cuánto come?

-Bueno... En cuanto a qué come... es una bestia capaz de comerlo todo. Comería a un hombre, comería una Biblia..., comería cualquier cosa intermedia entre un hombre y una Biblia.

-Muy bien... Muy bien, a decir verdad. Pero eso me suena a demasiado general. Hace falta detalles..., los detalles son lo único valioso en nuestro oficio. En cuanto a los hombres se refiere... ¿Cuántos hombres es capaz de comerse de una sentada... o, si así lo prefiere, en un día... con tal que estén tiernos?

 
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de Mark Twain

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