Después de pronunciar estas palabras, se sentó al escritorio y apoyó la cabeza en la mano. En el otro extremo de la habitación, trabajaban varios empleados; el rasgueo de sus plumas fue el único ruido que oí durante los seis o siete minutos siguientes. Entre tanto, el inspector seguía sumido en sus pensamientos. Por fin alzó la cabeza y algo me reveló, en las firmes líneas de su rostro, que su mente había realizado su tarea y que tenía decidido su plan. Y Blunt dijo... Y su voz era grave y solemne:
-No es éste un caso ordinario. Todos los pasos deben ser dados con precaución; hay que asegurarse de cada paso antes de dar el siguiente. Y debe conservarse el secreto; un secreto hondo y absoluto. No le hable a nadie del asunto, ni siquiera a los reporteros. Yo me haré cargo de ellos; cuidaré de que sepan sólo aquello que pueda convenirme dejarles saber.
Blunt apretó un timbre y apareció un joven.
-Alarico- dijo Blunt-, dígales a los periodistas que aguarden un poco.
El joven se retiró.
-Ahora, hablemos de negocios... y procedamos con método. En esta profesión mía nada puede hacerse sin un método rígido y minucioso.
El jefe de detectives tomó papel y una lapicera.
-¿Cómo se llama el elefante?
-Hassan Ben Ali Ben Selim Abdallah Mohamed Moisé AIhammal Jamsetjeejebhoy Dhuiep Sultan Ebu Bhudpoor.
-Muy bien. ¿El nombre de bautismo?
-Jumbo.
-Perfectamente. ¿Dónde nació?
-La capital de Siam.
-¿Sus padres viven?
-No. Fallecieron.
-¿Tuvieron otros hijos además de éste?
-No. Es hijo único.
-Perfectamente. Esto basta por ahora. Tenga la amabilidad de describirme al elefante y no deje de mencionar un solo detalle, por desdeñable que le parezca..., esto es, insignificante desde su punto de vista. Para los hombres de mi profesión, no hay detalles insignificantes: no existe tal cosa.
Hice la descripción; él tomó nota. Cuando hube terminado, dijo:
-Ahora, escúcheme. Si he cometido algún error corríjame.
Y leyó lo siguiente:
-Estatura, seis metros, longitud, desde el ápice de la frente hasta la inserción de la cola, 8 metros; longitud del tronco, cinco metros; longitud de la cola, dos metros; longitud total, comprendidos el tronco y la cola, 15 metros, longitud de los colmillos, 3 metros; orejas, en proporción con esas dimensiones; su pisada recuerda la marca que hace un barril cuando se lo pone de punta en la nieve; color del elefante, blanco opaco; en cada oreja tiene un agujero del porte de un plato destinado a calzar joyas y tiene en alto grado el hábito de mortificar con su trompa no sólo a las personas que conoce, sino también a perfectos desconocidos; renguea ligeramente con la pata trasera derecha y ostenta en la axila izquierda una pequeña cicatriz causada otrora por un forúnculo. Al ser robado, tenía sobre su lomo un castillo con plazas para quince personas y una manta de montar de paño de oro del tamaño de una alfombra corriente.