Entre las muchas poéticas posibles, ciertas -tantas como poetas existen o han
existido- dos sobresalen sobre todas las demás, dos poéticas que resumen todas
las poéticas. Una, quizá la mas aplaudida por los poetas y sus críticos -tiene
como único mérito agradar a las musas, calmar la ira de los dioses, agasajarlos,
adorarlos, versificarlos, y llenar las tardes otoñales y ociosas de algunos
seres privilegiados, sensibles humanos, de belleza y melancolía. Esta poética
aspira a ser indeleble, admirada, respetada, laureada, inmortal.
La otra -quizá la más denostada por todos- se sabe efímera, impugnada, pero
también útil, necesaria, surge en un tiempo, en todos los tiempos oscuros y
avaros, en un país, en todos los países humillados y oprimidos para que el viejo
ideal de justicia social perviva en nuestras almas, para que esas tardes
otoñales ociosas y libres, para que toda esa belleza, esas palabras, esas
ornamentales prosopopeyas, no estén llenas de compasión y remordimiento. Es
evidente que los poemas que componen este libro han llevado la segunda opción a
extremos insospechados, deleznables, pero estos tiempos no son los mejores, los
más idóneos para hablar de petunias y ánforas de primaveras y arcángeles; no se
trata en estos tiempos que corren tan deprisa de escribir para el futuro, no se
trata de defender la poesía, la belleza. En estos duros tiempos se impone
liberar el presente de preservar una cierta dignidad perdida, de recuperar,
aunque sólo sea un leve instante, parte de nuestra volátil conciencia, de
retener un segundo esa vida que poco a poco se nos escapa de nuestras vacías y
groseras manos.
No hay, no entiendo más poesía que aquella que se pone frente a la estupidez
y la tiranía de todas las gentes poderosas o sencillas, no hay en estos días
amargos e injustos otra poesía más bella e ineludible que aquella que resiste
noblemente las ciegas embestidas de los hidrófobos minotauros y sus camadas
voraces y superprotegidas.
No hay otra poesía, otra posible poesía.
Ángel B. Villar. España.