Este
libro pretende llenar un vacío en el estudio de los personajes que ocuparon este
importante cargo, analizando a cada uno de ellos desde el punto de vista
político, haciendo una recorrida sobre sus actuaciones públicas y una visión, en
algunos casos analítica, sobre sus orígenes, sus virtudes y defectos.
Rodolfo Sala no ha pretendido ser un historiador, sin
embargo, como cada acto público en la vida de los 33 ciudadanos que ocuparon los
cargos produjeron acontecimientos políticos, emite a lo largo del libro su
opinión particular sobre los hechos.
El
autor es un gran defensor de la Constitución del 53, pero hace una crítica
severa a la forma con que la Carta Magna trata la institución vicepresidencial
y, por supuesto, también a las reformas del 49 y del 94 que, con el voto directo
que introdujeron, se permite que en casos de reemplazos del vicepresidente se
constituya una fórmula con un presidente de un partido y un vicepresidente de
otro, lo cual implica un tremendo disparate constitucional. Esta circunstancia
pudo haber ocurrido cuando hubo comicios especiales en 1954, en cuya elección
salió electo el almirante Tessaire (peronista) aventajando a Crisólogo Larralde
(radical).
Hace
un pormenorizado análisis de vicepresidentes que, estando "en el banco", pasaron
a ocupar la titularidad con señalado éxito, como Carlos Pellegrini, José Evaristo Uriburu
y Victorino de la Plaza -dentro de los límites acotados que le permite el libro-. Narra
singularmente el cambio de nombre de J. Hortensio Quijano, merced a una picardía
política; y la confusión de nombre
y apellido de Vicente Solano Lima. Sala deja entrever su simpatía por Elpidio
González exaltando su reconocida honradez, pero también lo critica por no haber
sido un vicepresidente solidario con Alvear, por mantener su exagerada fidelidad
hacia Hipólito Yrigoyen.
En
realidad, es un libro de consulta y aún de estudio por la cantidad de datos
biográficos y estadísticos y por la secuencia de hechos históricos desde 1853
hasta 2007, contados amenamente.