Cuando de muy joven
descubrí la poesía, me di cuenta que a través de ella podía expresar todos los
sentimientos confusos que me invadían, esas profundas emociones que atrapan a
los más sensibles.
Haber crecido
rodeado de personas que se referían a la sensibilidad del ser humano, ha aquello
que se encuentra detrás de las expresiones de los actos cotidianos, a lo
sublime. Todo esto liberó las palabras y las utilizó, como los sentimientos
utilizan al hombre. Al comienzo hablé de mi, muchas páginas que gritaban
impetuosas mi odio, mi amor, mi desazón. La pulsión que me llevaba a escribir
era el tratar de cambiar algo que desde un principio supe que no podía, el
intentarlo se llevó los días, dejándome solo en las noches.
Hasta que ella
apareció y me invitó a pasear, en una mañana que recién comenzaba, tanto para mí
como para mi poesía, Y aunque ella no se quedó lo suficiente, y aunque hubo
otras que quisieron imitarla, y de ellas también hablé y con ellas también salí.
Por eso decidí juntarlas a todas, hablar de todas a la misma vez, reunirlas para
que conversen de aquellos momentos que vivieron, de las pasiones y desdichas que
me hicieron sentir, que les hice sentir.
Y
de eso tan particular que las caracterizaba... La Curva del Muslo.