La
violencia es uno de los principales problemas sociales de Venezuela, lo que se
refleja por un lado, en el notable
aumento de la tasa de homicidios y el relativamente bajo incremento de la tasa
de lesiones y por otro lado, en la acentuación de la tasa de robos a mano armada
y el descenso en la tasa de hurtos. Tal situación puede ser explicada a partir
de un comportamiento social orientado por la idea de la impunidad: los
delincuentes aprenden que pueden ejecutar sus acciones, pues difícilmente serán
castigados y la población se convence de que ello es totalmente cierto. Pero
también se puede elaborar otra interpretación partiendo del hecho del mayor y
más fácil acceso de la población a la compra y posesión de armas de fuego:
ciertamente en Venezuela la gran mayoría de los homicidios son ocasionados con
armas de fuego.
La gravedad
de la situación en el país es tal que en los diez años que van desde 1989 hasta
1999, la tasa de homicidios se duplicó, llegando a registrarse, 21,04 homicidios
por cada cien mil habitantes; los homicidios por día se multiplicaron por 3
desde 1988 (4,6) a 1998 (12,5). En números absolutos, los 2.502 homicidios por
año de 1991 se multiplicaron por más de 3 para el año 2000 -8.021-; llegando a
13.288 en 2003.
Es un
fenómeno que se produce en un país donde no existen ni guerras, ni terrorismo,
ni guerrillas. Porque en Venezuela la violencia social es una acción cotidiana
que no tiene banderas y que nos afecta a todos. Y que se estaría reflejando en
las normas culturales y las actitudes asociadas con comportamientos agresivos
dentro del núcleo familiar y hacia personas ajenas.
Por otro
lado, la magnitud de los problemas producidos por el temor al crimen puede ser
mayor y más dañina que el mismo delito, ya que favorece la autoprotección
individual, restringe las respuestas organizadas a problemas colectivos, da paso
a la violencia social y a una visión sesgada y represiva de la inseguridad
personal. El temor es un
sentimiento resultado del proceso social de construcción de realidad en el cual
intervienen dos aspectos: la vivencia y el discurso -en sus dos modalidades: la
conversación cotidiana y la comunicación masiva-.
De modo que
la violencia y la inseguridad tienen un alto componente subjetivo, tanto por las
dificultades para realizar juicios racionales en esta área, como por la notable
carga sentimental que conllevan y la compulsividad de las acciones de respuesta.
Así, es difícil saber de manera científica cuál es y cómo varía el componente subjetivo de la
violencia y como se relaciona este componente con las situaciones reales de
peligrosidad y acceso a previsión de seguridad personal de actores sociales con
recursos desiguales. La victimización real y el miedo a las agresiones impulsan
respuestas violentas de la población, como los linchamientos, las patrullas
vecinales, el amurallamiento de las residencias, el porte de armas,
etc.
Estamos
entonces, en presencia de un nuevo problema: necesariamente la impunidad fomenta
conductas indeseables; por lo que hacen las víctimas frente a las agresiones y
ante la ausencia de la protección que debe garantizar el Estado y sus
respuestas, también violentas, que cada día se generalizan, logran alguna
"justificación" por la percepción de indefensión.
Los
capítulos que aquí se presentan -cada cual referido a una modalidad de
respuesta- corresponden a la labor realizada desde 1999 por la línea de
investigación sobre violencia del Instituto de Criminología de la Universidad
del Zulia dirigida por Alexis Romero Salazar. En el equipo han participado en
diferentes proyectos -6 en total- profesionales de un gran compromiso académico
y de diversas disciplinas. En torno al programa de investigación fueron
administrados 3 Seminarios de Grado en las Escuelas de Sociología y Trabajo
Social cuyos 24 estudiantes se integraron al equipo durante el año que duró la ejecución de su trabajo de
campo y la redacción de sus tesis, que en total llegaron a 9. La mayoría de los
proyectos se han ejecutado en el marco de un esquema de investigación
cooperativa promovido por el FONACIT que ha permitido compartir y discutir los
avances entre los equipos del Instituto de Ciencias Penales de la Universidad
Central de Venezuela y del Laboratorio de Ciencias Sociales.