La feliz infancia de Robinson Bordón, hijo de Cesáreo Bordón y de
Regina Marceau, comenzó a decaer con el paso inexorable de los años, a causa de
la excesiva adiposidad que iba acumulando y con la agravante de que sus padres
lo veían como algo normal, por cuanto ellos también estaban bastante pasados de
peso, rayano en la obesidad.
En 1985 y con seis años de edad, cumplidos en agosto del año
anterior, ingresó a la escuela primaria, en la que luego de transcurridos los
primeros meses y los chicos fueron perdiendo la timidez propia de la edad, al
encontrarse en ese nuevo y desconocido ámbito de estudio, Robinson comenzó a
sentir los primeros impactos humillantes.
Varias razones conspiraron para que las burlas se fueran
acrecentando con el correr del tiempo. En primer lugar, porque los compañeritos
eran los mismos de año en año, salvo alguna que otra excepción, luego, porque
así como crecía en altura también lo hacía en gordura y porque seguía
manteniendo una gran timidez, que le representaba una igual o peor carga que la
de su propio peso y que le impedía reaccionar ante toda clase de bromas y
desprecios.
En un principio, sus compañeros de aula se la agarraron con su
nombre y apellido, apodándolo Robinsonso Gordón y al notar que en vez de
reaccionar se cohibía, las humillaciones iban en aumento y así pasó a ser el
limpiador oficial de la tiza del pizarrón, llenándose del volátil polvillo de la
cabeza a los pies y peor aún, cuando la maestra utilizaba tizas de colores.
Con el tiempo, uno de los alumnos, el más corpulento, había tomado
el liderazgo de la clase y quien proponía diversas bromas en contra de Robinson
y particularmente lo demostraba cuando llegaba la hora semanal de ejercicios
físicos, que se llevaban a cabo en un club de la zona y especialmente cuando
llegaba el momento de jugar el habitual partido de balón, el que se realizaba en
la cancha de básquet y que consistía en dos grupos de igual cantidad de alumnos,
cada uno de ellos en uno de los extremos y desde el cual, uno de los alumnos de
un grupo, arrojaba la pelota hacia los del otro grupo y quien la recibía, hacía
lo propio hacia el grupo adversario. Ahora si quien la recibía no lograba
retenerla y se le caía, quedaba eliminado del juego y así seguía hasta que un
bando quedaba sin jugadores con lo cual perdía el partido.
Dado que ambos grupos debían contar con la misma cantidad de
jugadores, cada vez que el total era impar, Robinson quedaba afuera, pero que
cuando participaba, ese alumno líder que siempre integraba el grupo contrario y
era uno de los que más fuerza tenía, al primero que le arrojaba la pelota era a Robinson
para tratar de eliminarlo enseguida.