Introducción
La llave para todos los secretos puede estar muy
cerca, muy cerca... en uno mismo. La forma de percibir el mundo, de sentirlo, el
sabor de cada momento. Esos modos, percepciones y sensaciones son los que nos
hacen ver y entender nuestra propia vida, y también medir el estado de nuestra
propia felicidad. Pero esa felicidad la medimos a la luz de lo que creemos que
queremos. Sin embargo lo que creemos que queremos es también nuestro mayor
condicionante, nuestro mayor limitante de esa felicidad y de nuestro ser.
Actuamos según nuestras creencias, nuestra forma de entender el mundo,
por un sistema de valores que hemos aprendido, unos objetivos para nuestra vida
que nos han incorporado (directa o indirectamente) y así construimos lo que
entendemos por realidad y su sentido, e interactuamos en esa realidad de acuerdo
con el sistema con el que creemos funciona la vida, aunque por lo general no nos
damos cuenta de este proceso interior. Se nos forma así una ?cosmovisión?,
basada en pautas algunas heredadas, algunas impuestas y el resto sintetizadas de
ambas.
No percibimos esta programación, solo simplemente seguimos el programa.
Sus resultados son incuestionables (?la vida es así?) y la forma de entender
este sistema influye en la definición de nosotros mismos, de lo que creemos que
somos y lo que podemos lograr. Volvemos esta estructura una ley inviolable, ya
que así definimos lo que es la realidad toda. Definimos nuestras limitaciones y
juzgamos a nuestros semejantes.