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En ocasión de la primera distribución de los terrenos para construcción, después de la fundación de la ciudad por Francisco Pizarro, cada una de las cuadras medidas fueron divididas en cuatro partes, llamadas solares y a cada poblador se le adjudicó uno para fines de edificación. A algunos privilegiados les tocó en suerte dos o más solares. En consecuencia, sus propiedades tuvieron además de la casa habitación, amplios patios y por lo general un jardín que era provisto de agua a través de un canal. Cuando creció el número de habitantes y el valor del suelo empezó a incrementar, los terratenientes originales comenzaron a vender las tierras superfluas y las calles que al principio estaban formadas por tapias divisorias, quedaron delineadas por hileras de casas. En cierto modo, las primeras residencias sufrieron una limitación; no obstante, las casas siguieron siendo muy espaciosas y lo son aún en la actualidad. En la parte media de la ciudad, en especial en las calles trazadas cerca de la plaza principal, dichas casas son cada vez más raras, pues en las construcciones nuevas se busca aprovechar mejor el espacio, pero en las regiones más apartadas se construye aún hoy de acuerdo con el mismo plan.

La entrada a la antigua casona española o peruana desde la calle es un gran portal, cuyos costados y dintel presentan decoraciones arquitectónicas, si bien no de buen gusto. Las hojas de la puerta son de gruesas planchas de madera de cedro. En las casas antiguas están guarnecidas de abolladuras de bronce; en las nuevas en cambio llevan adornos tallados. Durante el día, hasta después de las nueve de la noche ambas hojas permanecen abiertas. En una hay una puertita pequeña recortada o empotrada, el postigo, que sirve de entrada durante las horas de la noche, después que el portal ha sido cerrado. A ambos lados del mismo se encuentran de ordinario una o dos ventanas correspondientes a estancias de la planta baja. Las protegen rejas de hierro bellamente forjadas. A través del portal se pasa el zaguán, un corto vestíbulo cubierto, cuyas paredes laterales presentaban antiguamente toscos frescos, pero en los edificios más modernos están interrumpidos por puertas. Por el zaguán se llega al patio a cuyo alrededor se disponen las habitaciones. En muchas casas, el patio está separado del zaguán por una reja de hierro que las personas precavidas mantienen cerrada aun de día por temor a los ladrones, pero especialmente en los casos de súbitos tumultos callejeros, bastante frecuentes en otras ¿pocas más intranquilas. En aquellas ocasiones, la batahola no era causada tanto por los revoltosos sino más bien por los asustados porteros que a menudo, ante una alarma injustificada, se apresuraban a cerrar los portones. El estampido de las pesadas hojas se sucedía entonces como un reguero de fuego por las calles, semejante a Una sucesión de cañonazos.

El patio está pavimentado con pequeñas piedras en las que a menudo se han incrustado figuras de hueso y por su parte central, un camino de baldosas lleva hasta una puerta de vidrio que la. acceso a la sala opuesta al portal. La sala es la estancia más grande de la casa, donde la familia se reúne después de la cena y, recibe las amistades que vienen a Visitarlos para pasar la velada en su compañía. Detrás de la sala, a veces antigua a ella se encuentra una, segunda estancia, bastante espaciosa aunque algo más reducida que la sala y mejor amueblada. Es la cuadra, el salón en el cual la dama de la caja recibe a las visitas más ceremoniosas de la tarde. De la sala o de la cuadra ,, pasa a otro patio abierto (traspatio), de ordinario más que el anterior y sobre el cual se encuentra el comedor, enfrentando a la sala, En las casas de mucho fondo sigue al comedor un tercer patio o corral donde se instalan los establos, las jaulas de las aves, la carbonera y el depósito de leña.

 
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de E. W. Mimendorf

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