No existen ni los padres ni las madres perfectas. Vamos acertando y equivocándonos con nuestros hijos a lo largo de la vida. Si se pretende y se busca el mejoramiento humano, entonces es preciso estar contento con la propia existencia, tener la suficiente autoestima y la sensibilidad para vivir en grupo, en constantes relaciones familiares y sociales.
La meta final, como padres, será ver crecer sanos, felices y útiles a nuestros hijos. Ello será la sublime recompensa, la mejor retribución a tanto esfuerzo, a tanta "aventura".
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