Introducción
Viajábamos a bordo del Beagle, buque de guerra inglés,
en calidad de naturalistas, cuando nos impresionaron mucho ciertos hechos
observados en la distribución de los seres orgánicos que habitan América del
Sur, y en las relaciones geológicas existentes entre los actuales habitantes de
aquel continente y sus antecesores. Estos hechos parecían arrojar luz sobre el
origen de las especies. De vuelta a nuestra patria en 1837, se nos
ocurrió que quizás algo podría sacarse en limpio de esta cuestión, acumulando
con paciencia, para reflexionar sobre ellos, toda clase de hechos que pudieran
tener alguna relación o conexión con el problema. Después de un trabajo de cinco
años, nos permitimos especular sobre el asunto, y formamos algunas cortas notas
que ampliamos en 1844.
Al considerar el origen de las especies se concibe
perfectamente que el naturalista que reflexiona sobre las mutuas afinidades de
los seres orgánicos, sobre sus relaciones embriológicas, su distribución
geográfica y otros hechos semejantes, puede llegar a deducir que las especies no
han sido creadas independientemente, sino que han descendido como variedades de
otras especies. A pesar de todo, tal conclusión, aun estando bien fundada, no
sería satisfactoria hasta poder demostrarse cómo han sido modificadas las
innumerables especies que habitan este mundo, hasta adquirir esa perfección de
estructura y coadaptación que con justicia excita nuestra admiración.
Continuamente los naturalistas la atribuyen a condiciones externas, clima,
alimento, etc., como única causa posible de variación, y aunque en sentido
limitado, todavía consideramos absurdo atribuir a meras condiciones externas la
estructura, por ejemplo, del muérdago, que toma su alimento de ciertos árboles,
que posee semillas que necesitan ser transportadas por ciertos pájaros y que
ofrece flores de sexos separados que requieren absolutamente la acción de
ciertos insectos para llevar el polen de una flor a otra. Es igualmente, a
nuestro entender, absurdo querer explicar la estructura de este parásito y sus
relaciones con los varios seres orgánicos distintos, por los efectos de
condiciones externas o de hábito, o por voluntad de la misma planta.
Es, por lo tanto, de la mayor importancia llegar a la clara
percepción de los medios de modificación y coadaptación, por lo cual desde el
principio de nuestras observaciones nos parecía probable que el cuidadoso
estudio de los animales domésticos y de las plantas cultivadas ofrecería más
probabilidades para aclarar tan oscuro problema.