PRÓLOGO
EL ARTE ES un lenguaje que establece una relación particular y peligrosa con la regla. Siempre enfrenta la necesidad de transgredir la norma para poder decir lo nuevo, lo que está por ser más allá de lo que los códigos fijan. Por otra parte y justamente para poder decir, requiere reintroducir la dimensión del código.
No es casual que Teresa de Jesús llamara a la imaginación la loca de la casa, ya que la anomalía de la creación, la de pensar lo impensable, tiene un lugar y está dentro de nosotros.
La casa del hombre, el hombre mismo se ha visto prolongado por la tecnología, por las máquinas que a modo de prótesis alargan su percepción y su acción. Estas prótesis son una parte del hombre que, a diferencia de si mismo han sido diseñadas por él y que responden al ideal de la obediencia. De esta nueva casa, la máquina, se ha querido desalojar a la locura. La máquina funciona de acuerdo a la regla o falla y produce lo indeseado.
La máquina efectivamente falla y la locura, que había sido definitivamente expulsada, ha vuelto a entrar por la ventana como error. Y destruye el sueño de la perfección que el hombre proyecta en sus prótesis ya que sabe que es imposible en su interior y que el fallo es su eterno compañero. Si me equivoco existo, decía ya Agustín de Hipona cuando la mayoría de las máquinas que conocemos no era ni aún un sueño, invitándonos a convivir con el error, o al menos a consolarnos frente a tal circunstancia.