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Es muy curioso que en un país en donde se explotar las minas desde hace tanto tiempo no se haya descubierto jamás un procedimiento sencillo como el de la tostadura para desprender el azufre antes de la fundición. Se han introducido también algunas mejoras en las máquinas más simples; ¡pero todavía hoy (1834) se agota el agua de algunas minas, transportándola en odres de cuero a hombro de los peones!

Los mineros trabajan mucho. Se les da muy poco tiempo para sus comidas, y, en invierno y en verano, comienzan el trabajo con el alba y no cesan sino al llegar la noche. Reciben 20 chelines por mes, además de la comida. Para desayunar se les dan dieciséis higos y dos trocitos de pan; para comer, habas cocidas con agua, y para cenar, trigo machacado y tostado. Habitualmente no comen carne, porque con sus 12 libras anuales deben vestirse y alimentar a su familia. Los mineros que trabajan en el interior de la mina reciben 25 chelines por mes y se les da, además, un poco de charqui, pero esos hombres no abandonan el triste escenario de su trabajo sino una vez cada quince días o cada tres semana.

¡Qué placer experimenté, mientras permanecí en Jajuel, escalando esas inmensas montañas! La geología del país es muy interesante, según se comprenderá fácilmente. Las rocas quebradas sometidas a la acción del fuego, atravesadas por gran cantidad de vetas de diorita, prueban qué formidables conmociones se produjeron en otros tiempos. El paisaje se parece mucho al que puede verse cerca de la Campana de Quillota: montañas secas, áridas, recubiertas acá y allá por arbustos de raro follaje. Sin embargo, hay aquí un gran número de cactos o más bien Opuntias. Medí una que semejaba una esfera y que, comprendidas las espinas, medía seis pies y cuatro pulgadas de circunferencia. La altura de la especie común, ramosa, es de 12 a 15 pies y la circunferencia de las ramas, incluyendo las espinas, entre 3 y 4 pies.

Una considerable nevada en las montañas no me permite durante los dos últimos días de mi estancia allí, efectuar algunas interesantes excursiones. Trato de llegar hasta un lago que los habitantes del país consideran como un brazo de mar, ignoro por qué motivo. Durante una terrible sequía se propuso abrir un canal para llevar hasta la llanura el agua de ese lago; pero el Padre, después de una larga consulta, declaró que la cosa era muy peligrosa, porque todo Chile quedaría inundado si, como generalmente se suponía, comunicaba el lago con el Pacífico. Subimos a una gran altura, pero nos perdimos en las nieves y no pudimos alcanzar tan asombroso lago tuvimos que retroceder en nuestro camino, mas no sin dificultades. Por un momento creí que perdíamos nuestros caballos, porque no disponíamos de ningún medio para juzgar el espesor de la capa de nieve, y los pobres animales sólo podían avanzar a saltos. A juzgar por el cielo cargado de nubes, una nueva tempestad de nieve se avecinaba. No dejamos de experimentar una gran satisfacción cuando Llegamos a la casa de mi huésped. Apenas llegados, la tempestad se desencadenó con toda su violencia, y fue una suerte para nosotros que no empezara tres horas antes.

El Aconcagua (26 de agosto)

 
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