Un buen árbol de esos llega a producir 90 galones (410 litros) ; el tronco de la palmera, que aparenta ser tan seco, debe, pues, contener evidentemente esa cantidad de savia. Según dicen, la savia fluye con mayor rapidez cuando más calienta el sol. También dicen que hay que tener gran cuidado, al cortar el árbol, de hacerlo caer en forma que la copa quede más alta que la base, porque, en caso contrarío, la savia no fluye; siendo que lo normal sería que, en este último caso, la gravitación ayudase a la salida de la savia. Esta se concentra al hacerla hervir, y entonces se le da el nombre de melaza, substancia a la que se parece en el sabor.
Detenemos nuestro caballos cerca de la fuente y nos preparamos para pasar la noche. La velada es admirable, la atmósfera está tan clara que podemos distinguir como pequeñas rayas negras los mástiles de los navíos anclados en la bahía de Valparaíso, a pesar de que nos hallamos alejados 26 millas geográficas, por lo menos.
Un buque que doble la punta de la bahía con todas las velas desplegadas se nos aparece como un brillante punto blanco. Anson se asombra mucho, en su Viaje que se puedan ver los navíos a tan gran distancia de la costa; pero él no tenía en cuenta lo bastante la altitud de las tierras y la gran transparencia del aire.
La puesta del sol es admirable; los valles están sumidos en la oscuridad, mientras que los picos de los Andes, recubiertos de nieve, se coloran de tintes rosados, Cuando se hace completamente de noche, encendemos nuestro fuego debajo de una pequeña glorieta de bambúes. Asamos nuestro charqui (trozo desecado de buey), tomamos nuestro mate y después de eso nos sentimos realmente a gusto. Hay un encanto inexplicable en vivir así a pleno aire. La velada transcurre en perfecta calma; sólo se oye de vez en cuando el agudo grito de la vizcacha de las montañas o la nota quejumbrosa del chotacabras. Fuera de esos animales, pocas aves y hasta escasos insectos frecuentan estas montañas secas y áridas.
En la cima del monte Campana. Bloques dé asperón hendidos y rotos. Aspecto de los Andes (17 de agosto)
Escalarnos los enormes bloques de asperón que coronan la cima de la montaña. Como sucede con frecuencia, esos peñascos están hendidos y rotos en fragmentos angulosos considerables. Sin embargo, observo una circunstancia muy notable: que en las superficies de hendimiento se observan todos los grados de frescura; se hubiera dicho que algunos de los bloques habíanse roto la víspera; otros, por el contrario, mostraban líquenes todavía tiernos y en otros crecían musgos muy antiguos. Me hallaba tan completamente seguro de que tales fracturas provenían de numerosos terremotos que, a mi pesar, me alejaba de todos aquellos bloques que no me parecían suficientemente sólidos. Por otra parte, es fácil equivocarse respecto a un hecho de tal naturaleza y no me convencí de mi equivocación hasta después de haber efectuado la ascensión al monte Wellington, en la Tierra de Van Diemen, donde nunca ha habido terremotos. Los bloques que forman la cima de esta última montaña están asimismo divididos, pero, allí, se diría que las fracturas se han producido hace millares de años.