Mi quinto hermano El-Ashshar, llamado
también En-Neshshar, tenía las orejas cortadas, ¡oh Príncipe de los Creyentes! Y era un pobre, que por la noche se dedicaba a mendigar y por el día vivía con las limosnas que de este modo había conseguido. Y nuestro padre era muy viejo, y cayó enfermo y murió, dejándonos setecientas monedas de plata, y cada uno de los hermanos tomamos lo que nos correspondía, es decir, cien monedas de plata.
Ahora bien, cuándo mi quinto hermano
recibió su herencia, quedó perplejo y sin sabe qué hacer con ella, y estando en esta incertidumbre, se le ocurrió dedicar aquel dinero a la compra de artículos de cristal y venderlos con ganancia. Invirtió, pues, en cristalería sus cien monedas de plata, y colocando su mercancía en una gran bandeja, se sentó en un banco para venderla, con la espalda apoyada contra una pared.
Mientras estaba así sentado, se puso a meditar y empezó a decirse:
"La verdad s que todo mi capital
consiste en estos artículos de cristal. Los venderé por doscientas monedas de plata y con esas doscientas monedas compraré más cristalería, que me valdrá cuatrocientas, y seguiré así comprando, y vendiendo bosta que haya amontonado una gran riqueza. Y entonces adquiriré con ella toda clase de mercancías, y perfumes y joyas, hasta acumular una ganancia elevadísima. Y con ese dinero me compraré una hermosa casa, y mamelucos y caballos y sillas de oro, y comeré y beberé y no quedará cantora en la ciudad a la que no invite a mi casa pare escuchar sus canciones.
(Todos estos cálculos los hacía mi hermano teniendo delante la bandeja con el cristal.)
Después -seguía pensando-
enviaré a todas las casamenteras para que me busquen esposa entre las hijas de los reyes y visires. Y pediré por esposa a la hija del gran visir, pues he oído decir que está dotada de una belleza perfecta y de un atractivo sorprendente, y le señalaré como dote mil monedas de oro. Si el padre se manifiesta conforme, mi deseo se vera satisfecho, y si no da su consentimiento, se la raptaré por la fuerza y a pesar suyo.