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Cierta vez hubo una mujer que deseaba muchísimo tener un hijo, sin que le fuera concedida la realización de ese deseo. Finalmente fue a hablar con un hada y le dijo:

-Mi mayor ambición es tener un niñito. ¿Puedes decirme dónde podría encontrar uno?

-Eso es fácil de resolver -contestó el hada-. Aquí tienes un grano de cebada de una clase muy diferente de aquella que crece en los campos y que se echa de comer a los pollos. Plántala en esa maceta y verás lo que pasa.

-¡Gracias! -respondió la mujer, y dio al hada doce monedas de cobre, que era el precio de la cebada.

Luego se fue a su casa y la plantó. Enseguida creció una flor hermosa y grande, de aspecto semejante al de un tulipán, pero con pétalos tan apretados como si fuera todavía un pimpollo.

"La flor es muy linda" -dijo la mujer, y dio un beso a los pétalos dorados y rojos. Al hacerlo, la flor se abrió, y la mujer vio que se trataba realmente de un tulipán.

Dentro de la flor, sobre los verdes y aterciopelados estambres, estaba sentada una delicada y graciosa doncellita, cuyo tamaño era escasamente la mitad del largo de un dedo pulgar. Al verla tan pequeña, le dieron el nombre de Pulgarcita. A modo de cuna le trajeron una cáscara de nuez, elegantemente pulida, con un colchón de pétalos de violeta y otro de rosa como colcha. Allí dormía por la noche, pero durante el día jugueteaba en la mesa, donde la mujer colocaba un plato lleno de agua; alrededor del plato ponía flores, con los tallos sumergidos en el agua, y sobre ésta hacía flotar un amplio pétalo de tulipán que le servía a Pulgarcíta a manera de embarcación. La muchachita se sentaba en el bote y remaba de un lado a otro del plato, con dos remos hechos de cerda. Y era una visión encantadora. Pulgarcita cantaba con una voz tan suave y tenue que su canto era algo como nunca jamás se oyera antes. Una noche en que ella dormía en su camita, un sapo feo, grande y húmedo se introdujo a través de un vidrio roto de la ventana y saltó a la mesa sobre la cual estaba la cáscara de nuez y dentro de ella la niña bajo su pequeña colcha de rosa.

 
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