Con una ética en el Norte, que ya se ha planteado en Los asuntos del Sujeto, se insiste con el quehacer que atañe a todo psicoanalista: a través del arte de la interpretación, se habilita el campo del lenguaje, para aquello que está en el orden de lo no realizado… y a la espera.
En el caso particular de Variedades Clínicas en el campo del Lenguaje, se pone de relieve la inclusión de las diferencias en el registro simbólico.
Se sumó, para ello, a las experiencias clínicas psicoanalíticas, la práctica de otra disciplina del campo de la Salud Mental como lo es la Musicoterapia.
Ambas han sido la consecuencia de poder asir varios pedidos: de las Instituciones
–escuela, hospital público, hogar de niños–, como de los pacientes, niños y adolescentes.
Tanto a través de las variaciones clínicas psicoanalíticas como de las variedades terapéuticas, se trató de poder escuchar lo que allí se nos demandaba.
Se demuestra que aún no estableciendo un encuadre psicoanalítico pero sí sosteniendo la función inherente a todo encuadre, se puede asegurar que el proceso se desarrolle dentro de ciertos límites en un trasfondo que es constante y, sumado al respeto por el Sujeto, puede apelarse a la construcción de lazos sociales y a un status cultural.