Este ensayo de Wayne plantea la función del artista y su
relación frente a la sociedad. ¿Debe permanecer como figura de
oposición continua contra las estructuras sociales? ¿Debe
conformarse con lo dado? ¿Debe dar cuenta de los cambios que suceden o
pertenecer al cambio?
Finalmente concuerda con que el artista, escritores incluidos, debe organizar
sus pensamientos, de tiempo en tiempo, sobre lo que en realidad pueden ser
denominados ampliamente "problemas sociales". El principal peligro es
que puede ser arrastrado con demasiada frecuencia a jugar el papel de profeta
social.
El impulso preponderante, hoy más que nunca, es utilizar a cualquier
persona articulada -articulada con la pluma, el pincel, el buril o las notas
musicales- como si fuese un médico mago, o un brujo de tribu africana. El
artista individual no está dispuesto a permitir que su papel le sea
impuesto; se desvía de él. Por lo tanto, la solución
está en encontrar media docena, aproximadamente, que tengan ciertos
puntos de semejanza y luego proclamar una Tendencia o un Movimiento. Es
así que uno comienza el proceso de intentar una apreciación de la
sociedad en que uno vive y hallar alguna actitud coherente hacia ella.
Si una rebelión mecánica contra los cambios, especialmente
contra la automatización dejando de lado la humanización, resulta
inútil, también es cierto que una "aceptación",
sin crítica, de la época en que uno vive no es tan culpable como
imposible.