Prólogo
Querido Santiago:
Cuando leas esto yo ya no voy a estar entre los vivos, le voy a
pedir a Dominguito, mi buen amigo te la entregue. En esta carta quiero contarte
lo que ya sabés, la lucha de toda mi vida. Una lucha que mucho me temo, hijo
mío, tendrás que continuar.
Hace muchos años desde mi juventud que intento llevar a cabo
una gran expedición, más allá de los confines de nuestra ciudad, confines que
nadie ha traspasado desde hace casi mil años, confines que son más una barrera
psicológica que física. Traspasar estos muros inexistentes nos llevará a través
de la historia, a conocer nuestro pasado que hace siglos ha sido olvidado, un
pasado, que sin duda, por la opulencia de nuestros logros, será magnifico.
Cuando emprendas este viaje, que estoy seguro que harás ya que
tus fuerzas serán mayores que las mías y podrás triunfar donde yo fracasé,
quiero que tengas en cuenta tus objetivos, no es un paseo, ni divertimento, como
tampoco es cambiar mil años de tradición de nuestro pueblo en una generación,
intentando que le pierda miedo a salir. Lo que estamos buscando no es más que la
verdad, el porqué de nuestro aislamiento. Un porqué buscado arduamente no sólo
por mí, sino, por mis predecesores en esta materia, un pasado del cual perdemos
inexorablemente las pistas en los muros que nos rodean. Un pasado milenario, que
deja nuestro mundo reducido a lo que es, una miniatura.
Estudios científicos recientes calculan que el mundo mide
varios cientos de millones de kilómetros cuadrados, imagina su enormidad
comparado con nuestro diminuto valle. Historias antiguas hablan de un mundo
unificado, un mundo con gran parte de su superficie poblada por seres humanos
como nosotros. No confinados a una ciudad sino en comunicación entre varias. Es
allí, hijo mío, donde entramos nosotros, debemos descubrir si realmente existió
ese mundo, debemos descubrir si ese mundo existe hoy en día y en caso de no ser
así ¿Qué ha pasado con él? Son muchos los interrogantes y pocas las respuestas.
Durante toda mi vida busqué las respuestas y no descubrí ninguna, es por ello
que mi herencia será el ¿Por qué?, un misterio a descubrir, un mundo a conocer y
un reto a terminar. Tendrás que cuidarte mucho y recordar que no todos piensan
como nosotros, no todos están de acuerdo con nuestra postura ni abrazan nuestros
ideales. Más aún habrá muchos que buscarán combatirte, no sólo para evitar una
expedición, sino luego, para detenerla en el proceso y, a tu retorno, para negar
las verdades que no querrán escuchar, porque aman el confort y la facilidad de
sus vidas más que la verdad. Porque están ligados de tal forma al estatus quo de
esta ciudad, que cualquier deterioro en el equilibrio de éste afectaría sobre
manera sus vidas y tradiciones.
Por último hijo mío te doy algunos consejos y, una advertencia
sobre un peligro que te asechara más tarde o más temprano, un peligro que me
asecha a mí ahora y que atenta contra mis logros más que ningún otro.