Un hombre que elige para sí el seudónimo de Viejo Bribón hace mucho más que ponerse un nombre: se define y define su propia actitud frente a las cosas. Una actitud que le da lugar preponderante a la picardía, a la reflexión irreverente, al más refrescante desparpajo. También, a la buena memoria, a las lecciones obtenidas a lo largo del tiempo, a los errores y a los hallazgos. La sabiduría, en fin. Tan distinta del saber. Sabiduría en carne viva que provee distancia y ternura a la vez. Irremediable escepticismo apasionadamente ejercitado. A propósito del amor, la amistad, el dinero. Las fatigosas reglas de juego. Las obligadas claudicaciones. Los triunfos, que siempre son contados. Y, en cada momento, una mirada atenta. Y una palabra precisa, singular: la voz del Viejo Bribón.
Ir al inicio
|