«El número de muertos por la explosión en Vereker Road se eleva a cincuenta y siete y entre ellos figura el enviado de Arabia Saudí, príncipe Ibrahim, que se dirigía al Castillo de Windsor».
Faisal Shaij lo sabía, pero no pudo hacer nada. Las relaciones internacionales están al rojo vivo y la política interior británica se encuentra desgarrada por el terrorismo. A pesar de que el mundo ya no sufre el enfrentamiento de dos únicas potencias y que pretende apostar por el fin de la carrera armamentística, la tranquilidad es aparente. De Londres a Belfast, de Belfast a Moscú, Berlín, Pekín, Virginia o Nueva York, las comunicaciones se entrecruzan y establecen el campo de batalla de la política y la diplomacia mundial, cada vez más conflictivas.
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