Fin


Primera página : Presentando Terapia intensiva, de Karina Sacerdote

Martes 08 de Septiembre de 2009
Presentando Terapia intensiva, de Karina Sacerdote

por Analía Pinto

Estamos aquí para celebrar y bienvenir el primer libro de poemas de Karina Sacerdote. De mi amiga Karina Sacerdote. Aunque no lo parezca, se hace díficil hablar o escribir acerca de los amigos. Uno teme caer en el panegírico exagerado o en el sentimentalismo cursi, sólo porque nos anima el afecto y el amor imperecedero que les tenemos. El mismo que, creemos, nos impediría ser objetivos, imparciales, justos y certeros. Pero déjenme decirles que es precisamente por el amor y el cariño que les tenemos que podemos ser lo suficientemente objetivos como para hablar con justicia de ellos y de su creatividad, y para contarles a otros, en este caso a ustedes, por qué vale la pena leer y tener este libro, Terapia intensiva.
Pero antes, me permitirán un breve rodeo personal: hace ya seis años (pero parecen muchos más) que conozco a Karina Sacerdote. En el 2003 yo daba mis primeros pasos en los foros y sitios de literatura de Internet. A menudo me llegaban invitaciones para sumarme a ellos, y así fue como me llegó la invitación para sumarme a "Azul y Palabras", el foro literario que ella y otros escritores moderaban. Acepté y la afinidad fue instantánea: a menos de una semana de mi llegada, ella, con su enorme generosidad, me invitó a moderar el foro con ellos. Acepté sin dudarlo y allí nació nuestra amistad. El trabajo diario en el foro, con sus alegrías y sus sinsabores, nos dio la pauta de que no sólo podíamos ser excelentes amigas sino también empujar para el mismo lado cuando de proyectos creativos se trataba. La aventura de "Azul y Palabras" duró hasta fines del 2004, momento en el que cada una siguió por rumbos distintos. Y a pesar de que nos contactábamos muy de vez en cuando, sabíamos siempre que la otra estaba ahí. A fines del año pasado, diversas circunstancias hicieron que, al fin, volviéramos a coincidir en nuevos proyectos, que muchos de ustedes ya conocen, como nuestro ciclo de poesía "Bendita Erato". Y de nuevo, la afinidad, el entendimiento y la buena onda fueron instantáneos. No hubo más que decir "hola" y darnos un gran abrazo para saber que nuestra amistad estaba allí esperándonos. Por eso es hoy para mí un placer enorme y un gran honor estar aquí y hablarles de este libro.

Uno siempre preferiría que los libros hablen por sí mismos -como de hecho lo hacen- y que no haya necesidad de ningún señor/a que vengan a explicarlos. En general, se mira mal a los críticos literarios porque se supone que su función es señalar únicamente errores o dar paso a inquinas personales. Se cree que el crítico literario es un escritor frustrado y eso no es cierto. El crítico literario es, simplemente, un lector más entrenado. Un lector capaz de conectar en forma más fructífera sus diferentes lecturas y saberes. Por eso, un verdadero crítico literario no cierra las puertas de un libro sino que las abre de par en par y nos entrega una certera guía de ruta para que no nos perdamos los lugares más interesantes de cada libro. Y eso es exactamente lo que pretendo hacer con Terapia intensiva: comentarles aquellos pasajes que me parecieron más interesantes, aquellos donde el ojo -y el alma- quedaron más conmovidos e impresionados. Luego, como podrán comprobarlo, los poemas hablarán por sí mismos y será imposible sustraerse a ellos.


Karina Sacerdote, flanqueada por Analía Pinto micrófono en mano y Patricia Ortiz, de Ediciones Muestrario.

Reparemos ante todo en el título: Terapia intensiva. La unidad de terapia intensiva de cualquier hospital es un lugar, cuando menos, inquietante. Es, sin dudas, un borde muy filoso, es el lugar donde se juegan la vida y la muerte en su eterna pulseada, donde la salud y la enfermedad se definen de una vez por todas. Es, también, un lugar de tránsito, pero un tránsito que mientras dura parece eterno. Estar en terapia intensiva implica que la vida está en riesgo, que se padece una dolencia grave y que es necesario un monitoreo minucioso y constante de nuestros signos vitales. Es el lugar donde más atención recibimos pero es también, paradójicamente, es el lugar donde más solos estamos. Es un lugar decisivo.

Y este libro es fruto de una experiencia así: dolorosa, inquietante, decisiva, no importa cuál. Baste saber que el título de este poemario no es gratuito ni ha sido elegido por su potencial poético, que sin duda alguna es insoslayable. Ha sido elegido porque estos poemas son el testimonio vital, el vestigio vivo de lo vivido, la huella de ese tránsito azaroso, de esa inmensa zozobra en la que tanto el que está en terapia intensiva como los que están afuera esperándolo y rezando por él, padecen hasta que se decide el resultado de la pulseada.

Pero lo que destaca, en mi opinión, a la poesía de Karina Sacerdote es su acertado uso de la coloquialidad. En lugar de usar palabras extrañas o rimbombantes, ella ha elegido un camino más sabio (y más exigente) para cincelar sus poemas. A las palabras de todos los días, a las que usamos a diario, ha logrado extraerles el esplendor poético que todas tienen por la simple -en apariencia- operación de insertarlas adecuadamente en versos breves y despojados de puntuación. No necesita nada más (nada menos). Pero esa aparente sencillez no es tal: en cuanto la miramos un poco más de cerca observamos el trabajo de fina y delicada orfebrería que hay detrás. Versos como "esos dolores tan nuestros siguen / seguirán doliéndonos / bajo tierra" o "se fue mi verso al libro de olvidos / en donde Dios anota todo cuando vale" demuestran que para hacer poesía (porque la poesía se hace) no es necesario escribir "bonito", como dice nuestro maestro Marcelo di Marco, sino escribir bien, escribir claro, escribir en serio.
Otra de las particularidades que deseo destacar es su utilización de la primera personal del plural. La poesía suele ser confesional, propia de un "yo lírico" dolido o doliente que le expresa a un otro o al universo todo su dolor, su pasión, su ardor. Pero Karina asume, en muchos poemas, una voz plural que, inquietantemente, implica sin posibilidad de escapatoria al lector. Ese "nosotros inclusivo" interpela directamente los sentidos y los sentimientos del que lee y no es posible evadirse o sustraerse de ellos. Ese "nosotros" nos pone, como lectores, bajo su influjo, nos obliga a pensar y reflexionar en lo que esos otros nosotros invocados por el yo plural de la poeta nos está queriendo decir, avisar, confesar. Un poema como el que comienza "los dedos se humedecen / en el teclado / en la hoja" y que finaliza "de las certezas que / también / también nos lloran" es una muestra perfecta de este uso original de la primera persona del plural.

Pero hay también otro uso interesante de los recursos de la lengua, que es nuestra materia prima por excelencia, y está en mi poema favorito de Terapia intensiva, el que les leeré para finalizar esta presentación. Es un poema que sin apelar al yo confesional ni al nosotros inclusivo denuncia nuestra condición falible, fugaz y humana, y nos apela, nos ataca, nos inquiere aún más directa y profundamente porque se pregunta las cosas sin preguntarlas explícitamente, usando sólo los pronombres interrogativos pero sin expresar gráficamente la interrogación, haciendo que el peso de las respuestas caiga, como una palada de tierra oscura, sobre el lector. Y esta referencia macabra no es gratuita ni de mal gusto: es que la muerte, como reverso necesario de la vida, sobrevuela siempre la poesía de Karina Sacerdote. Pero no lo hace en forma obsesiva sino sutil: como un aleteo ligero, como eso inexorable que sucederá, como ese aviso que nos hace abrazar y aferrarnos aún más a lo más precioso que tenemos: la vida y con ella la familia, los hijos, los amores, la salud y los amigos.

He aquí, entonces, mi poema favorito:

quién no clavó un puñal
en el corazón de otro
y arrancó con tenazas sus uñas
y rebanó sus músculos
despedazó sus nervios y sus venas
tajeó su piel
cercenó su abdomen y su sexo
tronchó sus ojos

quién no despellejó y mutiló a otro
quién no abrió nunca
una cicatriz profunda
imposible

quién está tan vacío
como para no atreverse a herir
irremediablemente

 
Publicado por Marcelo di Marco a las 16:10