Fin


Primera página : Ver para no creer

Lunes 01 de Marzo de 2004
Ver para no creer
Con respecto a la archi-recontra-famosa trilogía de Matrix, se habló muchísimo acerca de sus increíbles efectos especiales, de las oscuras indumentarias de los protagonistas, de los elementos filosóficos que se incluyen en la historia, etc.; pero no se ha recalcado tanto la primigenia ocurrencia que te dejó con la boca abierta durante la proyección de la primera película. Nos estamos refiriendo a la idea de que la realidad en que vivimos (desde la tostadora de tu vecina hasta la misma cordillera de Los Andes) sea falsa.

Si sos cinéfilo y te gusta el género fantástico (síntomas que padece todo galaxiachuthluense puro), sabrás que Matrix (The Matrix, 1999) no fue la primera película en coquetear con esto de la Realidad-Mentira. Films como El vengador del futuro (Totall Recall, 1990) de Paul Verhoeven, Ciudad en tinieblas (Dark city, 1998) de Alex Proyas, El piso 13 (The Thirteenth Floor, 1998) de Josef Rusnak, y Abre los ojos (1997) de Alejandro Amenábar (la versión norteamericana de esta película se llamó Vanilla Sky) dispararon primero.

Y si tiramos nuestra caña de pescar en el vasto océano de la literatura (¡pah!, estos pibes de Galaxia Chuthlu son unos poetas), veremos que en el anzuelo quedarán atrapadas algunas obras que, décadas atrás, contaban historias de realidades ficticias. Este es el caso de dos novelas que bien vale la pena buscar abajo de todo, ahí, en el último estante de las góndolas de ciencia-ficción.

La más antigua de las dos data de 1974 y se titula El mundo invertido (¿En qué estás pensando, enfermito? El nombre original de la novela es Inverted World y no Gay World), y su autor es el británico Christopher Priest. En sus páginas se cuenta la historia de una ciudad que posee un detalle que la hace un tanto peculiar: se mueve. Y no estamos hablando de movimientos sísmicos. Nada de eso, la ciudad avanza sobre inmensos rieles, recorriendo la superficie de un extraño planeta. Los habitantes de la ciudad velan para que este movimiento no cese. Y no lo hacen por deporte. El objetivo es alcanzar el Óptimo: un punto que está fijo en el planeta, pero del que se apartan todas las tierras. ¡No tenés imaginación, Christopher! Y aquí no termina el asunto, porque en el final se descubre que todo es... Bueno, lo mejor va a ser que lo leas vos, pero si recordás de qué viene esta nota, eso de la falsa realidad... ¡Basta, basta! ¡Leelo!

Pasemos a la otra novela, pues. Y vayamos directamente a un pasaje de su texto:



?-Bien, intentaré... hacérselo comprender. Como principio, hay que aceptar el hecho de que la realidad, como tal, no existe.?



No, no nos equivocamos, no es Morpheo explicándole a Neo que el mundo en el que vive es un programa de computadora. Se trata de un fragmento de Hacedor de mundos, el otro libro del que te hablamos. Y si con ese pasaje no te basta, con el que sigue te quedás con tortícolis de mandíbula. Ahí va:



?-.. Puede que lo que voy a decirle le parezca brutal, pero es cierto. Este mundo que vemos a nuestro alrededor no existe. Ni las personas que lo pueblan. Son simples creaciones, personajes de una novela, o mejor de un film tridimensional. Son prescindibles. Meros objetos. Marionetas. Comparsería. Tan sólo nosotros existimos...?



¿Qué tal, eh? ¿Y quién es el autor de esta Matrix antes que Matrix? Domingo Santos. Sí, el mismo que dirigió la mítica revista española de ciencia-ficción y fantasía Nueva Dimensión.

Con un comienzo genial, Hacedor de mundos engancha de entrada al lector. Aún así no podemos decir que la novela sea impecable. Largas descripciones inservibles, tanto de lugares como de personas, y varias explicaciones repetitivas (se ve que Domingo tenía miedo de que no le entendiéramos) embarran, de tanto en tanto, la lectura. Pero si queremos ser justos con el libro, también hay que decir que contiene pasajes memorables, los cuales consiguen, junto con la fuerza de la trama, llevarnos hasta un impresionante desenlace.

Así que acordáte: El mundo invertido y Hacedor de mundos. Y si después de leerlos te empezás a preguntar cosas como ¿no estaré dentro de un video juego del año 5689? o ¿será toda mi vida el sueño de un cimarrón?, entonces, quizás, seas el Elegido...



Dato Chuthlu: El protagonista de Hacedor de mundos se llama David Cobos, pero inexplicablemente en la edición de Ultramar Editores se nos dice, en la contratapa, que el hombre que vive toda la aventura es un tal... ¡Javier Ortega! ¿Qué pasó? ¿Estaba borracho el reseñador? ¿O esta incongruencia es algo así como el gato negro de Matrix, una prueba de que nuestra realidad esta siendo manoseada?

 
Publicado por Guillermo Barrantes a las 22:15