Prólogo
Si estás leyendo este libro es porque, como yo y millones de personas más, no
importa que tan poquito comas ni que tanto ejercicio hagas, no te puedas
deshacer de esas libras de más.
Esas libras de más no tienen que ser tres o cuatro, pueden ser diez o cien
las libras que estás tratando de rebajar (en mi caso 20) y, no importa lo que
has hecho y hagas, no logras reducirlas. A veces, cuando nos ponemos a dieta,
logramos adelgazar casi todo lo que queremos, pero siempre nos quedan cinco o
siete libras que parecen estar congeladas en el cuerpo.
La verdad es que ya ni sé qué inventar para rebajarlas. Otras veces, esas
libras de más son cien o doscientas y te preguntas, además de rezar por un
milagro, cómo las puedes perder o si vale la pena siquiera intentarlo.
Para ser realista, te diré que los milagros no existen. Sí, yo también me he
acostado en la noche rezando fervientemente por un milagro para adelgazar.
Quizás haya estado rezando por el milagro equivocado (amanecer con cincuenta
libras menos), o quizás mis expectativas no son realistas (perder cincuenta
libras comiendo todo lo que quiero).
La mayoría de las veces, mis oraciones eran francamente absurdas (tener la
fuerza de voluntad necesaria para comer absolutamente nada). También he rezado
por una píldora milagrosa que me haga el trabajo. ¿Te suena familiar? Pero
afrontemos la realidad: adelgazar por arte de magia no sucede ni va a suceder
nunca. Aunque, quizás, dentro de muchos años, sí puedan inventar esa píldora
milagrosa. El problema es que quiero adelgazar ahora, no dentro de cinco o diez
años.
Como mujer joven (no hay necesidad de revelar la edad) he tratado todas las
dietas habidas y por haber (menos la de Shangri-La ya que no me apetece beber
aceite), y cada método imaginable para adelgazar. Hasta que un día tuve una
epifanía y mientras pensaba en cómo deshacerme de la gordura caí en cuenta de
que había estado buscando una solución a una causa de la que no sabía cuál era
el problema.
Así es, ¿cómo voy a adelgazar si no sé por qué estoy gorda? Entonces deduzco
que la gordura es algo parecido a alguna enfermedad incurable que no se cura
porque no se sabe qué la provoca. Sí, lo más normal es engordar por comer en
exceso, pero hay personas que comen mucho y no engordan, mientras otras, sin
comer mucho engordan. Entonces, ¿Por qué yo?
A ver, ¿qué hago cuando en la casa aparecen cucarachas? Pongo veneno, trato
de no dejar trastes sucios en el fregadero, etc. Sin embargo, sé que con todo lo
que haga solo voy a lograr reducirlas un poco porque por más limpia que tenga la
casa las cucarachas seguirán viniendo. ¿De dónde? De la calle, de los vecinos.yo
que sé. Igualmente, cuando estoy gorda me pongo a dieta para adelgazar pero, a
diferencia de las cucarachas, no sé de donde ha venido la gordura (de verdad, ni
siquiera he estado comiendo mucho) y no la puedo eliminar.
Otra cosa que me amargaba la existencia era el por qué mi amiga y yo comíamos
prácticamente lo mismo y yo engordaba y ella no. ¿Por qué hay gente que come
como bestias y no engordan? Caramba, ¡¿por qué no puedo yo ser así?!
Es por eso que embarqué en una expedición nutricional, dietética o científica
(como quiera llamársele) para entender por qué engordo y así poder adelgazar de
una vez por todas (o eso intento). De lo que aprendí les puedo adelantar una
cosa: mi cuerpo y mi mente tienen dos agendas completamente diferentes en la
vida.