Pero por otro lado, siempre me pareció correcto el razonamiento
de que es mejor hablar las cosas en vez de ocultarlas. Que es mejor
plantear cualquier tema antes que eludirlo eternamente. Al fin y al cabo, en
algún momento aprenderemos algo y seguiremos avanzando, en una u otra dirección,
con algo más de conocimiento a nuestro haber.
No hace mucho, en mis andanzas por el Internet, encontré el
siguiente dicho del filósofo y estadista británico Sir Francis Bacon, que me
pareció muy apropiado:
"Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar, es
un idiota; quien no osa pensar es un cobarde."
Y como no me interesa caer en ninguna de esas tres categorías,
¡pues mejor me pongo a pensar!
Este libro trata insistentemente el tema de la interpretación de
las relaciones humanas con fuerzas o entes superiores. Podemos decir en
realidad, que todos somos intérpretes divinos. Todos, de una u otra manera,
interpretamos lo que percibimos en cuanto a lo divino, y generalmente
encontramos muchas diferencias de interpretación entre una y otra persona,
inclusive teniendo la misma religión y aunque fundamenten sus creencias en los
mismos libros. Pero resulta que tenemos unos intérpretes "oficiales" que dicen
conocer exactamente lo que Dios espera de la humanidad en todo momento y en toda
situación. Es a estos intérpretes a quien se refiere esta obra.
Es importante resaltar lo siguiente: La religión y la fe que mucha
gente profesa, es, en gran medida beneficiosa para ellos, ya que les brinda
seguridad y muchas veces esta fe permite una autosugestión positiva que ayuda a
superar dificultades. Por lo tanto, no es la intención de las ideas plasmadas en
este libro, el desviar a nadie de estos beneficios, sino, al contrario, se
pretende canalizar un mejor entendimiento de los poderes de la fe, tratando de
utilizarla como una herramienta amigable y provechosa.