Nota del autor
"Es irrt der Mensch, solang er strebt" (Goethe)
A principios de los años 80 del siglo XX (suena tan lejos) me encontraba
estudiando economía política en la Escuela Superior de Economía
"Bruno Leuschner", en Berlín Oriental. Al mismo tiempo, un amigo, compañero de
mis años de seminario en Guadalajara, estudiaba filosofía en la ciudad de
México. Él había optado por continuar sobre la senda que lo llevaría al
sacerdocio, en tanto que yo, decepcionado de la Iglesia católica, principalmente de
su hipócrita y opulenta jerarquía, decidí dejar ese camino y buscar la
realización de mis ideales juveniles en un ámbito un poco diferente.
Los textos que a continuación comparto corresponden a cinco misivas remitidas
desde Berlín oriental, capital de la extinta República Democrática Alemana.
El rescate de dichos documentos fue posible gracias al cuidado de mi
interlocutor epistolar, quien guardó celosamente los garabatos por más de 27
años y que hace pocos meses tuvo a bien obsequiarme, como prueba de una amistad
inquebrantable que perduró a través del tiempo y que, a pesar de nuestras
encontradas posiciones ideológicas y de los rumbos tan distantes que tomaron
nuestras vidas, hoy es más fuerte que nunca. Por desgracia yo no tuve la
atención -ni la visión- de guardar sus acaloradas y exquisitamente bien
redactadas cartas, de tal suerte que, lo que podrá leer el ávido lector, será la
exposición de mis argumentos y reflexiones, mismos a los que no me atreví a
realizar correcciones de fondo, pues, parte de lo interesante de este ejercicio
consiste, precisamente, en observar el pensamiento y la forma de expresión de
aquel joven de 22 años que, a escasos cuatro de haber dejado atrás los muros
monacales, se hallaba esta vez detrás de otro muro no menos imponente y trágico,
el Muro de Berlín.
Debo decir que, a pesar de que hoy me expresaría de otra manera, mi
Weltanschauung (cosmovisión) no ha cambiado. Sigo creyendo en lo que creía y
sigo aferrado a los anhelos de antaño.
Hoy, a una década de iniciado el siglo XXI, considero que mis críticas a la
iglesia, particularmente a su ominosa jerarquía, pero también a la manera en que
vive su religión la inmensa mayoría de los llamados "católicos", así como mi
defensa de las posturas marxistas, no sólo siguen siendo vigentes, sino más que
nunca oportunas.
El día de hoy, el socialismo real y existente en Europa no existe más y
algunas fuerzas de izquierda deambulan como perro sin dueño entre los basureros
del pragmatismo electorero. La iglesia católica vive la peor crisis de fe y de
congruencia desde la época del oscurantismo medieval y el capital parasitario
persiste en degradar al hombre trabajador, ahogando con saña inaudita todo
vestigio de dignidad humana en "las frías aguas del cálculo egoísta" (K.
Marx).
Si bien, tenga razón Octavio Paz cuando afirma, en La llama doble, que
"Si pensamos en términos históricos, vivimos en la edad de hierro, cuyo
acto final es la barbarie; si pensamos en términos morales, vivimos en la
edad del fango", también es verdad que el hombre libertario seguirá
creando sueños y utopías hasta el fin de sus días.
La llana razón del derecho a la esperanza y el gusto de honrar la amistad
entre dos jóvenes y combativos amigos, "El Orejas" y "El Seco", me han motivado
a buscar la publicación de estas nostálgicas "Cartas desde Berlín".