El vocablo páramo significa terreno yermo, raso y desabrigado en regiones montañosas, pero sólo se designan con él elevaciones que sobrepasan la vegetación arbórea y donde los vientos imperan libremente. jamás llamaremos páramos a los valles, sino sólo a las elevaciones circundantes.
El carácter del paisaje del páramo es muy singular. A los habitantes de Venezuela y Colombia no les agradan los páramos porque allí el aire es frío, el viento sopla en ráfagas cortantes y hace muy arduo y pesado el paso por esos lugares. El europeo, en cambio, gusta de andar por ellos en parte porque allí se le ofrece el panorama más vasto de la comarca y en parte porque la atmósfera fría de las alturas lo transportan con la imaginación a su terruño en las tierras nórdicas. También se asemeja a él la naturaleza de la región. En su mayoría los páramos son extensos herbazales, praderas y terrenos pantanosos, en los cuales se originan los ríos que pronto se precipitan hacia las tierras bajas en turbulentas corrientes. Pero existen también extensos pedregales formados por la erosión de los macizos rocosos de los alrededores y su disgregación por el efecto de los cambios atmosféricos. Se pueden distinguir cortos y escabrosos pasos y largos y extensos páramos, según deba cruzarse una cadena ancha o sólo angosta en sus zonas más altas. Si estos pasos conducen de un valle longitudinal a otro, generalmente las ascensiones son suaves y la vista restringida porque de ordinario los limitan a ambos lados imponentes rocas. En cambio, si se cruza transversalmente una de las altas cadenas el espectáculo que se ofrece a los ojos es grandioso: un vasto panorama de las tierras circundantes y de los grandes colosos que se elevan a poca distancia.
Así, por ejemplo, desde el páramo de Chucuaucá en el cual nos encontramos, se divisa toda la región montañosa meridional y sudeste del Nevada, principalmente las ya citadas partes del mismo, las cadenas que se encuentran entre Valle de Upar y San Sebastián, pero también la ladera occidental que desciende hacia el Magdalena y en su inmediata vecindad los picachos, semejantes a un laberinto, miran desde la cadena central de la Sierra Nevada hacia el Valle de Upar. Enfrente, más allá del Valle de César, se alzan los Andes de Perijá, de cuyas compactas e imponentes formas ya he hecho mención en repetidas ocasiones y las cuales pertenecen a las más bellas cadenas montañosas que haya visto en América del Sud.
La característica principal de los páramos es la soledad. No se escucha en ellos el menor sonido, ni voz alguna de las aves. Las mariposas han desaparecido y se nota la ausencia de víboras y lagartos. A lo sumo se percibe el zumbido de las moscas y el lejano mugido de los vacunos, pues a menudo los rebaños de los habitantes asentados en el valle pastan en los prados de la montaña.