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Junto a las costosas mansiones de los patricios nativos y selfmademen triunfadores se encuentra en el oeste de Buenos Aires primitivos ranchos y modestas casitas de obreros, fabricadas por los mismos propietarios, a la sombra de frondosos ombúes de voluminoso tronco. Los niños de piel morena, semidesnudos, juegan a su alrededor con el mate, la bombilla y otros primitivos enseres de cocina en torno a la "pava", caldero que pende sobre el fuego. Se desprende de estas pobres viviendas un hálito de tristeza. La cultura moderna con sus palacios tic hormigón armado, artísticamente ornados con sus jardines poblados de palmeras, magnolias y jazmines las van desplazando. Un la zona sud, el distrito industrial va avanzando hacia la provincia y en larga cadena los establecimientos fabriles y, villas suburbanas jalonan el camino hacia Quilmes y La Plata. La urbe que comprende una superficie de 7 horas cuadradas, también hace sentir su influencia en el norte. Las poblaciones bonaerenses están a más de 30 km. de distancia y el activo tránsito ferrocarrilero ya da la pauta de la enorme importancia de este segundo cinturón de suburbios. Dos líneas ferroviarias actualmente fusionadas, el Central Argentino y el Buenos Aires-Rosario ponen a disposición de los excursionistas ávidos de aire y amantes del deporte, hasta ochenta trenes diarios por doble vía en los cálidos meses del verano. Se ha desarrollado así, a lo largo del Río de la Plata un idilio estival, como el que estamos acostumbrados a observar en la ciudad imperial alemana hacia Erkner, Hernisdorf, Potsdani ti Oranienburg. En todas partes bulle la vida, en todas partes hay jarana. Aquí alegres hosterías, allá distinguidos hoteles con música bailable y por todas partes las diversas clases sociales en camino hacia sus locales predilectos, distribuidos por nacionalidades. Los domingos, el Tigre tiene especial atractivo. Está a orillas del Luján, el afluente del río de La Plata. Toda su área está recorrida por docenas de canales y la exuberante vegetación brinda solaz y descanso a la vista fatigada por la piedra y el polvo. La afluencia de visitantes hizo que la encantadora villa fuera provista con dos estaciones ferroviarias y una estación naviera, residencias cubiertas de hiedras, glicinas o ampelopsis y un hotel en el estilo del "Dolder" zuriquense, centro del deporte del remo. |
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En Buenos Aires
de Adolf N. Schuster
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