Día 4 de enero,
sábado
Y ya que escribía ayer posicionándome entre fechas, días y
estaciones, quiero hoy consignar mi convicción rebelde y contrariada de que
hemos generado un concepto de tiempo excesivamente mercantil: ahorrar tiempo,
ganar o perder tiempo, invertir el tiempo, tener o no tener tiempo: "El
tiempo es oro", o más explícitamente, como lo dicen los ingleses, "Time
is money", es moneda de cambio. Los griegos clásicos se referían al tiempo
con dos palabras "Chronos", el tiempo del reloj, que transcurre
progresivamente y se experimenta con la angustia avariciosa de aprovecharlo o de
perderlo. La otra palabra es "Kairós", el tiempo como oportunidad, como
suerte, para vivirlo, para disfrutarlo, para nadar en él, o flotar, como en el
mar de las inmensidades ilimitadas.
De alguna manera, todo es elaboración del lenguaje: "Las
enfermedades del alma son enfermedades del lenguaje", sentenció, no sin
razón, Nietzsche. Y yo tengo que elegir entre dos palabras: o chronos o
kairós.
Pues ya lo digo: pretendo vivir cada día mi kairós.
Experimentar el momento, transcendiendo el tiempo, eso es la felicidad, y
también la experiencia mística": Mi amado, las montañas, los valles
solitarios, nemorosos, las ínsulas extrañas, los ríos sonorosos, el silbo de los
aires amoroso...", cantó en su arrobo místico San Juan de la Cruz, así, sin
verbos, sin pasado ni futuro, ni antes, ni después: sólo el presente total,
pleno, plenificante, desbordante, cósmico y azul...
El tiempo es sólo autoconsciencia, creación subjetiva de la
consciencia personal, que se objetiviza en las hojas del almanaque, y en las de
los árboles.. Pero, en realidad, el tiempo solamente existe en el acto de
pensarlo.
Lo que sí existe es el cambio, el recambio de las hojas de los árboles, las
noches tras de los días, las albas y los ocasos, las estaciones con todas las
variantes que refleja nuestro fenotipo y nuestro sistema neurovegetativo y
endocrino. Y es a la consciencia de esos cambios y sucesiones a lo que llamamos
tiempo. Un hilo tan sutil como el que pasa del "higo a la breva", que es una
regla medicional de la cultura rural.