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Cuando en las siestas de estío,
Las brillazones remedan
Vastos oleajes que ruedan
Sobre fantástico río;
Mudo, abismado y sombrío,
Baja un jinete la falda
Tinte de bella esmeralda,
Llega a las márgenes solas...
¡Y hunde su rostro en las olas,
Con la guitarra a la espalda
Si entonces cruza a lo lejos,
Galopando sobre el llano
Solitario, algún paisano
Viendo al otro en los reflejos
De aquel abismo de espejos,
Siente indecibles quebrantos,
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