Sí -contestó pensativo-, pero raro no de peligro, sino de
miedo. Yo siempre se los he dicho: el Actuario tiene miedo.
-Pues sí, pero acuérdate lo que decía aquel cuate en la
asamblea de la Facultad: para salir bien librados de ésta no hay que tener
miedo, hay que tener pánico. El pánico es lo que nos ayuda a correr como alma
que se lleva el diablo.
-No, no estoy de acuerdo. El pánico entorpece, te apendeja,
pues.
-Bueno, no lo tomes tan literal. Lo que quiero decir es que un
poco de miedo ayuda, acuérdate de Alan, por ejemplo, con sus jaladas dizque
temerarias.
-Bueno, sí, pero una cosa es Juan Domínguez y otra cosa es no
me chingues.
-Pos mira, si al final de cuentas el Actuario se corta, nomás
hay que aclararle lo que no debe decir.
-No, mejor no le digas nada, a lo mejor le das ideas.
-Sí, es cierto, tienes razón; bueno, ai viene Laura; paga y
vámonos.
-¿Paga, güey?