-Yo alegaría en pro del viaje al extranjero el cambio de
ambiente, el alejamiento de las condiciones que despiertan recuerdos... Además,
su madre lo desea...
-En ese caso pueden ir. Esos charlatanes alemanes no le harán
más que daño. Sería mejor que no les escuchara. Pero ya que lo quieren así, que
vayan.
Volvió a mirar el reloj.
-Tengo que irme ya -dijo, dirigiéndose a la puerta.
El médico famoso, en atención a las conveniencias
profesionales, dijo a la Princesa que había de examinar a Kitty una vez más.
-¡Examinarla otra vez! -exclamó la madre, consternada.
-Sólo unos detalles, Princesa.
-Bien; haga el favor de pasar..
Y la madre, acompañada por el médico, entró en el saloncito de
Kitty.
Kitty, muy delgada, con las mejillas encendidas y un brillo
peculiar en los ojos a causa de la vergüenza que había pasado momentos antes,
estaba de pie en medio de la habitación.
Al entrar el médico se ruborizó todavía más y sus ojos se
llenaron de lágrimas. Su enfermedad y la curación se le figuraban una cosa
estúpida y hasta ridícula. La cura le parecía tan absurda como querer
reconstruir un jarro roto reuniendo los trozos quebrados. Su corazón estaba
desgarrado. ¿Cómo componerlo con píldoras y drogas?