A propósito de Wilde,
a
manera de prólogo...
Bella, triste,
conmovedora, irritante Epístola la que Oscar Wilde, (1865-1900), escribe "In
Carcere et Vinculis" de enero a marzo de 1887, desde la prisión de Reading. Va
dirigida a Lord Alfred Douglas, su joven amigo, cuyas relaciones lo han llevado
precisamente a esa cárcel, a la condena de dos años de trabajos forzados, al
incautación y liquidación de sus bienes, al abandono de su mujer y sus dos
hijos, a la soledad casi absoluta, al escarnio. La sociedad victoriana se ha
cobrado con creces los ataques chispeantes del Wilde dramaturgo, las
extravagancias del Wilde dandy, las críticas del Wilde socialista, al diferencia
del Wilde homosexual. No lo pasan la cuenta más que por esto último, pero en
contencioso es mucho mayor. Cómo no considerar, por ejemplo, que ese mismo año
en que Wilde es detenido, juzgado, condenado y encarcelado, 1885, se publicó su
libro de ensayos El alma del hombre bajo el socialismo. Hermoso, denso y lucido
canto libertario rechazando de plano el altruismo ("sus remedios no curan la
enfermedad, lo único que hacen es prolongarla?; en realidad, puede decirse que
sus remedios forman parte integrante de la enfermad") y proponiendo como única
solución el socialismo ("la única finalidad justa debe ser la reconstrucción de
la sociedad sobre unos cimientos tales que la pobreza resulte imposible");
haciendo el elogio de los pobres rebeldes "¿por qué iban ellos a agradecer las
migajas que caen de la mesa del rico? Lo justo sería que ellos se sentasen
también a esa mesa; y empiezan ya a saberlo..."*
Y él, el Oscar
poeta, el Oscar crítico, el Oscar humano, el Oscar homosexual, se esmera en
hacérselos saber, sentándolos a sus mesas, a veces, llevándolos a sus camas,
desnudando sus cuerpos y hurgando en lo que les daba mayor sentido a su
condición humana: su alma.
No se trata de una
obra de teatro que conjuga la obra con la vida de Oscar Wilde, pues ya, con
maestría absoluta, el propio Wilde había logrado lo contrario: llevar a su
propia existencia la maravillosa obra literaria que había legado a la humanidad,
haciendo valer una de sus máximas más asombrosas: "No es el arte el que imita a la vida, es la
vida la que tiende a parecerse cada vez mas al
arte."
Ibrahim
Guerra,
Caracas, 2010
* Miranda,
Julio. Retrato del Artista
encarcelado, Colección El nombre Secreto, Universidad Cecilio Acosta, 1999,
p. 11.