https://www.elaleph.com Vista previa del libro "El pasado" de Florencio Sánchez | elaleph.com | ebooks | ePub y PDF
elaleph.com
Contacto    Viernes 26 de abril de 2024
  Home   Biblioteca   Editorial   Libros usados    
¡Suscríbase gratis!
Página de elaleph.com en Facebook  Cuenta de elaleph.com en Twitter  
Secciones
Taller literario
Club de Lectores
Facsímiles
Fin
Editorial
Publicar un libro
Publicar un PDF
Servicios editoriales
Comunidad
Foros
Club de lectura
Encuentros
Afiliados
¿Cómo funciona?
Institucional
Nuestro nombre
Nuestra historia
Consejo asesor
Preguntas comunes
Publicidad
Contáctenos
Sitios Amigos
Caleidoscopio
Cine
Cronoscopio
 
 

Personajes

Rosario

Silvia

Mameca

Titi

José Antonio

Ernesto

Arce

Criado

Un niño, 6 años

Una niña, 5 años

 

 

Acto primero

Escena I

En un hall lujoso.

(ROSARIO aparece sentada, atendiendo una conversación telefónica que tiene lugar en una habitación inmediata y de la cual se oyen repetidos campanilleos y ¡hola! Impaciente).

 

Silvia. -(Que vuelve del teléfono.) ¡Uff! No conozco cosa más inservible que un aparato telefónico.

Rosario. -¿Qué dicen?

Silvia. -No se entiende ni jota. Pido con el Club y me ponen con un aserradero, luego con una agencia de vapores, y cuando consigo comunicación, después de recorrer media lista de abonados, resulta que el aparato no funciona bien y no se puede pescar palabra.

Rosario. -¡Qué fastidio! Voy a mandar a Manuel.

Silvia. -¡No es para tanto mamá! ¡Parece que fuera la primera vez que falta Ernesto de casa! ¿Se habrá quedado en el Club?

Rosario. -¡De bonito humor anda el pobre!

Silvia. -Pues por eso mismo dicen que el poker es un gran calmante.

Rosario. -Habría mandado aviso. Me tiene muy inquieta su ausencia.

Silvia. -¿Qué podría haberle ocurrido?

Rosario. -No sé: ¡Algo! Es tan vehemente ese muchacho que bien puede haberle dado un giro más desagradable a su asunto.

Silvia. -¡Por Dios! Que sería curioso. ¡Un duelo! No hay rival afortunado y supongo no querrá batirse con la niña; ni con su papá, así con su hermanito. ¡Ah! Serías muy capaz de pensar en... ¡Qué desatino mamá! ¡Qué desatino! Es no conocer a Ernesto suponerlo un caso de crónica policial. En castigo de esa cavilosidad, así que venga se lo cuento.

Rosario. -¡Niña!

Silvia. -Verás como te pongo y lo que se va a reír de ti cuando sepa que te lo imaginabas ingiriéndose una disolución de fósforos o de bicloruro por... amores contrariados. Nada menos. ¡Se acabó! ¡Vaya! ¡Se acabó! ¿Eh? Y a ver si cambiamos de semblante, señora. Hacen tres días que no se le ve una sonrisa.

Rosario. -¡Me afectan tanto las contrariedades de mis hijos!

Silvia. -Cualquiera diría que está uno dejado de la mano de Dios.

Rosario. -Tampoco vivimos en el mejor de los mundos.

Silvia. -¿Por qué, mamá? Vamos a ver. (Sentándose a su lado.) ¿Por qué razón? Tenemos salud, tenemos fortuna, tenemos representación social, amor y paz en casa. ¿Qué nos falta? ¿Papá? Es verdad que sería más completa la dicha si viviera pero...

Rosario. -¡Hemos perdido también a José Antonio!

Silvia. -¡Oh! En todo caso a una posible parentela, a él no. Extravagante, raro o maniático, continúa siendo un afectuoso miembro de la familia.

Rosario. -¿Y la suya?

Silvia. -¿Qué nos importa? ¡Con hacernos la cuenta de que sigue soltero!

Rosario. -Cada día resulta más difícil hacerse esa cuenta.

Silvia. -No veo la causa.

Rosario. -Yo la siento en la misma felicidad de mi hijo, en la firmeza, en la tranquilidad, en el calor de ese hogar tan desparejo y tan inconveniente que ha formado.

Silvia. -¡Habrías preferido acaso que le fuera mal!

Rosario. -No sutilices, hija. Es bien triste no poder aumentar su dicha participando de ella.

Silvia. -¡Para lo que le importa a José Antonio nuestra concurrencia! ¡Vaya! ¡Vaya! Seguro que te empieza a contagiar abuelita con su manía de agrandar la mesa. (Signo negativo de ROSARIO.) ¿Sí, no será que empiezas a sentirte abuela?... ¿A que sí?... ¡A que he dado en la tecla! ¿Confiesa, acerté?

Rosario. -Quizá. Pero no es eso.

Silvia. -¡Te has vendido! ¡No me lo niegues! Pero resulta un renunciamiento mamá... ¡No estás vieja!

Rosario. -(Un tanto halagada.) ¡Muchacha!

Silvia. -Y además... Y además tu hija se resentiría sino la reservases el placer de ascenderte a abuela con más honor. Al fin y al cabo no soy tan mal partido ni tan fea. Y ya se acabó, que es el más oportuno de todos los Santos. ¿Me entiendes? Y San afuera vacilaciones y San Adiós gravedad y San Deme un par de besos... Así. Y cuidadito Señora mía, con que vuelva a las andadas, por que si lo hace... no hay ascenso! ¿Salimos luego?

Rosario. -¡Si quieres!...

Silvia. -Si no quisiera no preguntaría. (Se aleja.)

Rosario. -Mandame a Manuel.

Silvia. -¿Volvemos?

Rosario. -No, es para otra cosa.

Silvia. -¡Ah! Si no, lo dicho. ¡No hay ascenso! (Mutis.)

Rosario. -(Hace ademán de responder y luego viéndola salir queda un instante abstraída con la vista fija en la puerta...)

 

 

Escena II

ROSARIO, ERNESTO y SILVIA.

Silvia. -(Reapareciendo con ERNESTO.) ¡Albricias! Aquí tiene al hombre. ¿Le cuento aquello?

Rosario. -Hijo. Me tenías inquieta.

Ernesto. -No se por qué.

Silvia. -¡Estaba por hacerte buscar por la policía, figúrate! ¡Pero qué cara traes muchacho!

Ernesto. -(Tirándose en un diván.) ¿No ha venido carta?

Rosario. -No. (Pausa.)

Ernesto. -¿Sabes que se van al campo?

Silvia. -¿Quienes?

Ernesto. -Ellos; toda la familia. Una verdadera fuga.

Rosario. -¿Por qué ha de ser fuga?

Ernesto. -En plena seasson, sin causa aparente, los petates y al campo por tiempo indeterminado. ¿No les parece extraño?

Silvia. -Absolutamente. La vida en el campo es muy económica.

Ernesto. -No digas idioteces.

Silvia. -¡Jesús! Todo el mundo sabe que andan mal de fortuna. Salvo que se la hayas reparado hijito.

Rosario. -(Contrariada.) ¡Oh! Silvia.

Ernesto. -(Para sí.) ¡Es bien extraño!... Bien extraño. ¡Sintomático!

Rosario. -Con semejante empeño, el asunto más claro se obscurece y se complica.

Silvia. -Déjalo, mamá; es el amor propio. Cualquiera convence a estos caballeritos de que podemos no quererlos o dejar de quererlos sin más razón que nuestro sentir.

 
 
 
Consiga El pasado de Florencio Sánchez en esta página.

 
 
 
 
Está viendo un extracto de la siguiente obra:
 
El pasado de Florencio Sánchez   El pasado
de Florencio Sánchez

ediciones elaleph.com

Si quiere conseguirla, puede hacerlo en esta página.
 
 
 

 



 
(c) Copyright 1999-2024 - elaleph.com - Contenidos propiedad de elaleph.com