-Sí, prueba, en serio -le instiga Tena. Acabando de convecerle
parte la tiza en dos partes y le entrega uno de los cachos a Luka. Este lo
agarra e impropia desfachatez de sentido común y marca sobre la fachada sus
garabatos. Tuerce su vista dirigiéndose al otro chico y le dice...
-Una cebra, un loro y... -Tena hace caso omiso de esperar un
nuevo y último animal que cuadre el rompecabezas y acompaña a Luka en su rallar
sobre la pared.
-Una foca -dicen los dos a la vez.
Se sorprenden, ha tenido un recuerdo juntos, algo que recordar
compartido. Su complicidad fulge en sus sonrisas cambiantes durante un miligramo
de su historia. Encuentran un pequeño placer calmante de sus destinos, el agobio
calma, la típica estampa de bienestar, reposa, reposa, calma, sus corazones de
minihombres madurando, endurecidos de frío despropósitos, baje, aunque no
quiera, sube, aunque no pueda...
Luka y Tena callan sin soltar palabra, no hay motivo, ellos dos
se entienden, un juego improvisado, el juego de la vida cambiando de reglas,
experimentan tras una parada.
Agarran entre sus manos una tiza que malperdida rulaba hace
instantes antes de ser partida en dos y la crujen para que arañe la pared y
garabatan a diestro y siniestro, enlazados, en distintos caminos, paralelo sus
pasados entran en contacto, recuerdos que vienen, desde una raya, en un croquis
inmediato. Tachones que dicen mucho, pasan un largo tiempo descubriendo su
propia historia. Luka para y va a por algo de comer, le trae un sándwich
escabroso a Tena, que inmerso en su creación, agarra el bocado entre mordisco y
mordisco.