BRUJAS O
HECHICERAS
"La bruja levantó los brazos como si quisiera volar, y con este
movimiento indicó al jinete rojo que prosiguiera su carrera desenfrenada a
través del espacio" (La princesa rana - Cuento popular ruso).
La bruja o hechicera es un personaje legendario, se remonta
incluso a la época de los faraones egipcios. En el libro "Las Sociedades
Secretas" de Peter Gitlitz se menciona un papiro encontrado en una de las
pirámides, donde se puede observar a Ramsés III con punciones en diversas partes
del cuerpo, lo que coincidía con las dolencias reales del faraón. Según el
papiro ésto habría sucedido en el año 1.100 a. de J.C.
En la Grecia antigua también se practicaba el oficio de la
brujería. Los autores clásicos hacen alusión a ellas y a sus pócimas mágicas.
Horacio hace referencia a una mujer de nombre Canidia, cuyo oficio era la
preparación de perfumes y de bebedizos para rendir culto a Príapo, el dios del
sexo. Teócrito nos habla de ellas en su obra "Idilios":
"En una noche serena, en un poblado junto al mar. La luna y las
estrellas destacan en el cielo... Ante una hoguera, dos mujeres se dedican a
hacer conjuros y hechicerías amorosas... entre hierbas, laureles, vellones de
oveja, harina, filtros, fórmulas y varios instrumentos hechiceriles, Simeta
invoca a la Luna, a Artemis y a otras diosas para lograr de nuevo el amor de su
idolatrado Delfis". (1) (Idilios. Teócrito. Aguilar S.A. de Ediciones, 1963.
España. Pág. 37).
Pero las brujas de la antigüedad estaban muy lejos de ser
consideradas como los seres maléficos del medioevo. En el mundo antiguo, como ocurre aún hoy en día en
los llamados "pueblos naturales", no se hacía una clara distinción entre magia y
religión. La preparación de bebedizos y el ejercicio de la magia estaban
reservados a personas que gozaban de gran prestigio dentro de la comunidad. Por
otra parte sólo podía trabajar en el oficio el elegido que hubiese cumplido con
largos y penosos años de aprendizaje.
La persecución de las brujas sólo se inició en el siglo XIV. En
realidad las mujeres que serían posteriormente perseguidas, torturadas y
asesinadas en la hoguera o ahogadas en los ríos, eran sacerdotisas al servicio
de diosas de antiguas religiones precristianas, religiones en su gran mayoría de
origen panteísta. Su gran crimen fue seguir profesando las creencias de sus
antepasados, en una época donde el cristianismo luchaba por asegurar su dominio
como única religión monoteísta en territorio europeo.
En la Alta Edad Media, las brujas eran
aquellas mujeres campesinas que conocían muy bien su entorno, sabían que plantas
eran benéficas para las diversas enfermedades que aquejaban a su familia y
comunidad. Pero por este conocimiento, que además era un oficio ejercido por los
judíos (a quienes sólo se les permitía ejercer los oficios concernientes a la
medicina y a la de prestamistas), serían perseguidas implacablemente por la
Santa Inquisición, persecución que se haría extensiva también a los judíos,
aunque los móviles fueran muy diferentes. El manejo de las pócimas curativas, es
decir las primeras nociones científicas, no podían ser del dominio femenino. A
las brujas se las comenzó a quemar, supuestamente, por herejes, pero la razón
verdadera era por ser amantes del conocimiento. Pero no solamente se les
quemaba, sino que se les sometía a torturas y vejámenes sin límites; para lo
cual se desarrollaron aparatos de una alta sofisticación como la Dama de
Nuremberg. Pero de todas las torturas la peor era la psicológica, la persecución
que se les infligía llegaba a límites tan insoportables que sucumbían rápidamente en la histeria colectiva, lo que agravaba
aún más su situación, puesto que sus torturadores podían aludir que estaban
poseídas por el diablo. En Alemania, por ejemplo, la caza de brujas llegó a
cotas tan altas, que en muchos poblados se quedaron sin mujeres. Solo en Bamberg
la cacería condujo al asesinato de 600 personas, la mayoría de ellas mujeres,
incluyendo a las niñas y algunas veces a los hombres; por otra parte hay que
tener en cuenta que los poblados rara vez superaban los 2000 o 3000 habitantes.
Pero el juicio más famoso lo es sin duda la cacería de brujas emprendida en
Salem (Estados Unidos), en el invierno de 1.602; y llevada magistralmente a las
tablas por el dramaturgo Arthur Miller. Las acusadas, al menos en un principio,
pertenecían a las clases menos favorecidas, la primera en ser acusada fué una
esclava llamada Tituba, que además carecía de cualquier derecho otorgado a los
habitantes del pueblo. Le siguieron una pobre mendiga, y una mujer que vivía con
un funcionario sin que estuviesen casados. Estas mujeres eran consideradas como
una mancha para la comunidad puritana de su
tiempo, se salían de los convencionalismos exigidos por la época; por lo tanto
no encajaban dentro de su comunidad. La cacería sólo paró cuando llegó a las
capas más importantes de la sociedad, 18 meses después de haberse iniciado.
Había dejado 19 muertes, entre ellas la de un hombre.
Frente a las muertes de Europa, especialmente Alemania, esta cifra
parece ridícula, no obstante dejó una herida profunda en la sociedad
norteamericana; y si Arthur Miller no hubiera exorcizado ese dolor, es muy
posible que la herida nunca hubiese cerrado del todo. Se cree que la razón
verdadera que motivó todo el juicio, era una disputa concerniente a la posesión
de tierras.
¿Pero quiénes eran en realidad estas mujeres llamadas brujas?
Después de la persecución emprendida por la Santa Inquisición, a las brujas se
les ha identificado siempre con el mal, con las fuerzas ocultas y con el culto a
Satanás. La cacería de brujas corresponde a la represión religiosa y sexual,
ésta última derivada de un fuerte sentimiento de misoginia, acentuada por la
sociedad patriarcal. La represión si bien había
comenzado desde el siglo XIV no es sino hasta el año de 1.560 cuando se pondrá
en marcha la gran maquinaria de horror e ignominia en contra de las mujeres
conocidas como brujas. Dicha persecución obedecerá a oscuros sentimientos de
poder político y ambición económica. Por supuesto que había una creencia
generalizada en cuanto a la existencia de la hechicería se refiere, hechicería
que era mal comprendida, puesto que las mujeres que la practicaban eran
generalmente curanderas y parteras; que por su mismo oficio, como se anotaba
anteriormente, conocían muy bien su entorno natural, por lo tanto sabían que
plantas tenían propiedades medicinales; algo que podía parecer insólito para el
escaso o nulo conocimiento científico de su tiempo.
Cuando la cacería se desató, cualquier acontecimiento que
supuestamente se saliera de lo normal, era considerado de origen satánico: Una
enfermedad, la muerte de un ser querido o de un animal, una sequía o una
inundación... Si una mujer auxiliaba a alguien con hambre y éste moría poco
tiempo después, la mujer en cuestión podía ser acusada de poseer poderes maléficos. Es de suponer que estas creencias, que
simplemente correspondían a la ignorancia que se tenían sobre la ciencia o sobre
las fuerzas naturales, contribuyeron al ejercicio de venganzas personales.
Pero también "cazar" brujas otorgaba poder político dentro de la
comunidad a la que se pertenecía, puesto que el "cazador" ganaba "respeto", un
respeto que como es fácil suponer era más bien derivado del temor a ser también
acusado de prácticas de hechicería. El oficio de "cazador" llegó a ser
verdaderamente lucrativo desde todo punto de vista, ésto incluía la edición de
manuales que enseñaban como combatir la brujería. El más famoso de todos fue el
Malleus Malificarum. En Francia, el juez que mandase a la hoguera o a la horca a
cierto número de brujas, adquiría prestigio dentro de su profesión y en el seno
de la sociedad de su tiempo.
Los hombres que también cayeron dentro de esta ignominia,
generalmente habían sufrido en carne propia la persecución de sus hijas, sus
esposas, hermanas o madres; es decir, habían caído
en desgracia ante su comunidad. Se estima que entre 1.560 y 1.760 murieron
asesinadas en territorio europeo más de 100.000 "Brujas". Para entonces
cualquier rescoldo de religiones paganas había sido sofocado por las Iglesias
Católica y Protestante.
Sin embargo en sus inicios estas mujeres simplemente eran magas,
personajes benéficos a los que se acudía cuando se tenía un problema que
resolver, una enfermedad que curar, un hijo que traer al mundo, o simplemente
ayudar a un enfermo terminal. Por eso en muchos relatos antiguos estas mujeres
con poderes mágicos aparecen unas veces como la maga y otras como la bruja, es
un personaje ambivalente, donde uno no está muy seguro que sea verdaderamente un
espíritu del mal. De ahí que tengan la facultad de transformación, unas veces
son ancianas benevolentes, entonces son llamadas magas (aunque en el mismo
relato se le denomine más adelante bruja cuando se descubra su verdadera
condición, tal y como sucede en el cuento popular
ruso "La Reina Rana"), y cuando son llamadas magas invitan a la protección.
Incluso esta característica llega a tener connotaciones socioculturales bastante
importantes: En los cuentos españoles de la Edad Media las mujeres que son
acusadas de practicar hechizos son las moras, y en los cuentos árabes, son las
cristianas las que posen poderes sobrenaturales; tan poderosos que incluso
pueden llegar a producir la locura a los caballeros morunos que se enamoren de
ellas. Otras veces las brujas son hermosas mujeres que incitan al descanso y a
la pasión, aunque luego se transformen en mujeres diabólicas que terminan por
arruinar la vida de los amantes que sucumban ante ellas, como Morgana, la media
hermana del rey Arturo:
"Morgana era la más bella... esbelta, fuerte, con largos y rizados
cabellos de un llameante rojo tan intenso como el sol poniente. De expresión
inteligente, sus ojos felinos cambiaban de color a medida que avanzaba el día... era muy versada en las artes
mágicas, porque había estudiado manuscritos antiguos repletos de arcanos
hechizos". (2) (El rey Arturo y sus Caballeros. Julek Heller y Deirdre Headon.
Grupo Editorial Ceac S.A. Perú, 1993. Pág. 40).
Morgana en realidad era una deidad de origen celta, vivía junto
con sus hermanas en la isla de Avalón, bajo la égida de la Dama del Lago. Y
contraria a algunas versiones de la leyenda del Rey Arturo, era una deidad
benéfica.
Y si bien Morgana, en la leyenda del Rey Arturo, es descrita como
una mujer de exuberante belleza, en la mayoría de los casos a las brujas se les
representa como ancianas de aspecto repugnante, harapientas, sucias, greñudas,
de uñas largas y afiladas, de pelo desgreñado y nariz aguileña, con un gran
lunar en la punta y montadas en una escoba voladora. Al menos ese es el
arquetipo dejado por los Hermanos Grimm y por Andersen, y en el cual pensamos
siempre que se nos viene a la mente la palabra
BRUJA, como en Hansel y Grettel, o Blanca Nieves y Los 7 Enanos, o la Bella
Durmiente. En este último relato tenemos a una mujer de increíble hermosura,
pero al momento de realizar sus conjuros mágicos, o de preparar sus pócimas,
recupera su verdadera condición de mujer vieja y horrenda; para luego
transformarse en una anciana dulce y bondadosa, es decir de bruja se convierte
en maga. En este cuento tenemos las tres características principales reunidas en
un mismo personaje.
En La Sirenita, de Hans Christian Andersen, se nos presenta a una
maléfica bruja que vive rodeada de serpientes de todos los tamaños, su morada
está construida con los huesos y cráneos de los hombres que se han ahogado
en su territorio. Su más fiel amigo es un sapo al que le permite coger el
alimento de su propia boca. Sobre su pecho anidan anguilas y bestias viscosas a
las que llama con nombres cariñosos.
En otro cuento de Andersen, "El Compañero
de Viaje", hay un personaje semejante a Morgana, una princesa de gran belleza,
pero poseedora de una extrema crueldad, por lo que su pueblo la denomina con el
apelativo de hechicera. Cuando Juan, el protagonista del relato, la conoce no
puede creer que esa mujer tan hermosa pueda ser una hechicera:
"- Es imposible - se dijo - que sea una hechicera feroz como
dicen. ¿Cómo con ese rostro tan dulce, podría hacer morir a los que no pueden
adivinar sus pensamientos?"
Todos los pretendientes que han osado acercársele han muerto
porque no han podido superar la prueba que ella les impone: Adivinar sus
pensamientos.
"De cada árbol (del jardín de la princesa) colgaban los esqueletos
de tres o cuatro príncipes que no habían podido adivinar el pensamiento de Su
Alteza. Cuando el viento soplaba, los huesos de las víctimas entrechocaban y
producían un ruido lúgubre. Ese ruido alejaba
a los pájaros; ninguno llegaba a este recinto maldito. Las flores del jardín se
sostenían en los huesos humanos. Cabezas de muertos servían de macetas. En ese
espantoso lugar, gustaba pasear la princesa".
Pero en otro cuento de Andersen, "La Reina de las Nieves", tenemos
una bruja muy diferente a las descritas en los anteriores relatos.
"La mano de la anciana acariciaba el cabello de Gerda, y ésta, al
contacto de los acariciantes dedos iba perdiendo memoria de todo... La viejecita
era una hechicera. Pero no una hechicera mala, ni una bruja: hacía
encantamientos para distraer su vida solitaria".
Esta hechicera está más cerca de la figura de la maga benevolente,
es la antítesis de la bruja descrita en "La Sirenita".
En "El Señor de los Anillos" de Tolkien
también se encuentra la presencia de un brujo. En este libro aparecen diversos
personajes con conocimientos de magia, tanto benéfica como maléfica. En el caso
que nos ocupa se habla de Sauron, el Señor de los Anillos, como un personaje
poseedor de una extrema maldad.
Y con el anillo que él mismo forjara, busca
apoderarse del mundo para su propio beneficio.
Los cuentos infantiles contemporáneos que
tienen como personajes principales a las brujas, nos hacen una radiografía muy
diferente a la bruja de los cuentos de hadas tradicionales. Generalmente son
mujeres bastante simpáticas, realizan hechizos más por diversión que por hacer
el mal. En realidad son magas, que viven aisladas, en pequeñas chozas, sin
hacerle mal a nadie.
Es el caso de "La Pequeña Bruja" de Otfried Preussler. En la obra
de Ruth Chef, "Una Bruja en Casa", son dos niñas que se convierten en aprendices
de una simpática bruja. O brujas que contribuyen
al equilibrio ecológico, como "La Bruja de la Montaña" de la escritora
colombiana Gloria Cecilia Díaz. En la tradición oral italiana también está la
figura de la bruja Befana, amante de los niños y niñas, tal y como nos lo cuenta
Gianni Rodari, en su libro "Gramática de la Fantasía". Befana, vieja y fea como
sus colegas de los cuentos de hadas, también monta en una escoba. La noche de
Epifanía le deja a los pequeños regalos en las medias que cuelgan al lado de la
chimenea. En esta leyenda, que además hace parte de las costumbres italianas, se
basó el escritor colombiano Ivar Da Coll, para escribir su libro "La Bruja de
las Medias Dulces", recurso completamente legítimo en la literatura, pero
siempre y cuando se dé crédito a la fuente o al autor, algo que no ocurre en
este caso.
Las obras de autores contemporáneos que hablan sobre brujas,
tienen siempre la característica de mostrarlas como personajes que aman a los
niños y niñas. Están muy lejos de ser
representadas como el arquetipo de los cuentos tradicionales
europeos.