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- Muchas tragedias humanas individuales, cuando son producto de enfermedades o accidentes graves en gente relativamente joven, se vinculan a un guion infantil inconsciente que predispone a la persona para ellas. Por esa razón resulta difícil preverlas o revertirlas. Sin embargo, sería bastante posible lograrlo en los casos en los que el afectado siente que algo en su vida no funciona bien, y —mediante alguna psicoterapia dinámica y profunda, entre otras opciones— decide corregirlo. El cambio también puede ocurrir gracias a alguna contingencia favorable. Por el contrario, las ciencias duras poco pueden hacer con ese aspecto fundamental de la vida humana, dado que la partida decisiva se juega en la compleja y única singularidad de cada sujeto. Para incursionar en esa dimensión se requiere hacer uso de una ciencia conjetural y humanística, como, el psicoanálisis.
- Esta disciplina es combatida mediante el pretexto de falta de cientificidad. Sin embargo, la terapia psicoanalítica puede influir y modificar el repertorio inconsciente que el aquejado actúa en su vida, y ahorrarle el malestar que le ocasiona. Y no solo eso: también puede ser bastante eficaz para modificar el rumbo potencialmente trágico que alguien, sin saberlo puede haber venido efectuando en su vida.
- La era de la exageración —exageración tecno-informática, consumista y cultural— en la que estamos inmersos nos adormece los sentidos, eclipsa nuestro mundo interno y aletarga nuestro pensamiento crítico. Estas condiciones básicas contribuyen a generar síntomas como la ansiedad generalizada, la desorientación subjetiva, el malestar y la enfermedad.
- Los serios y progresivos desequilibrios ecológicos, productos de la sistemática devastación del planeta por parte del hombre, son la otra cara de la moneda del malestar y de la enfermedad humana, es decir que existe una correlación entre la enfermedad de la Tierra y la del hombre. Ya veremos por qué.
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Para el psicoanálisis, el síntoma que aqueja a alguien posee un sentido profundo, y constituye la manifestación de un conflicto inconsciente entre fuerzas opuestas. Las enfermedades no son consideradas síntomas, sino fenómenos psicosomáticos. No obstante, como en la presente obra voy a hurgar sobre este sentido profundo y singular de las enfermedades, creo conveniente hacer uso del concepto de “síntoma” para referirme a la patología orgánica. Llegado a este punto, aclaro que voy a adherir a las reglas para la interpretación de los cuadros patológicos que esbozan Dethlefsen y Dahlke en su libro La enfermedad como camino:
1ª regla: en la interpretación de los síntomas, renunciar a las aparentes relaciones causales en el plano funcional. Éstas siempre se encuentran y su existencia no se discute. Sin embargo, no son aptas para la interpretación de un síntoma. Nosotros interpretamos el síntoma únicamente en su manifestación cualitativa y subjetiva. Las cadenas causales fisiológicas, morfológicas, químicas, nerviosas, etc., que puedan utilizarse para la realización del síntoma son indiferentes para la explicación de su significado […]. 2ª regla: analizar el momento de la aparición de un síntoma. Indagar en la situación personal, pensamientos, fantasías, sueños, acontecimientos y noticias que sitúan el síntoma en el tiempo.
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Trampas que enferman: Cómo los anzuelos ideológicos nos colonizan la mente y nos quitan la salud
de Jorge Ballario
ediciones elaleph.com
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