Acto 1
La oficina de una inmobiliaria. Dos escritorios
con sus respectivas computadoras portátiles. Dos empleadas conversan mientras se
liman y se pintan las uñas.
Encarnación -¿Viste el
color de esmalte nuevo que compré? Es fantástico.
Marisa -Un poco llamativo
para mi gusto, ¡andá a encontrar ropa para combinarlo que no sea fucsia rabioso!
¿Y Encarna? ¿Qué novedades tenemos hoy?
Encarnación -¿Laborales?
Apareció un cliente para la casa de las hermanas Díaz
Belfonte.
Marisa -No te puedo creer.
Esa casa es invendible. Parece un mausoleo. ¿Quién es?
Encarnación -¡Para
semejante caserón antiguo! ¿Quién iba a ser? Un conde español que anda buscando
una propiedad con varios ambientes en un barrio céntrico.
Marisa -¿Y cómo van a
hacer para mostrar la casa?
Encarnación -¿Vos te
referís a cómo se van a arreglar con la hermana desquiciada que
tienen?
Marisa -Claro, la loca
esa. Echa todo a perder cuando pierde la chaveta.
Encarnación -Pero parece
que tiene momentos de lucidez. La casa está a nombre de las tres pero la mayor,
Purita se llama o algo así, no quiere dar el brazo a torcer. No sé si es empecinamiento o locura temporaria pero
dice que hay antigüedades en la casa con un valor sentimental muy fuerte que no
pueden dejar en manos extrañas, que no quiere alquilar, que no quiere vender; en
cambio las otras dos están apuradas.
Marisa -¿Y toma algún
medicamento?
Encarnación -Según me
contaron toma una pastilla que la transforma en una maniática de la limpieza y a
las hermanas les viene fenómeno porque con una casa tan grande no saben cómo
defenderse. El asunto es cuando se olvida de tomar la pastilla.