Capítulo I
La monotonía
Bombulin se encontraba sentado sobre su roca predilecta en medio del bosque; era un lugar llano, cubierto de viejos nogales, que evidenciaban el paso del tiempo. El sonido de las aves llegaba por doquier, y junto al canto y el aroma de los altos pinos todo parecía un cuento de hadas, pero... no todo era felicidad, por lo menos no lo era en esos momentos para Bombulin. Nuestro pequeño amigo frecuentaba esos lugares cuando la tristeza invadía su corazón y atormentaba su mente, era un hermoso y tranquilo lugar, pero visitado por él cada vez que se sentía solo.
Sentado sobre la roca Bombulin cerraba los ojos, invitando al resto de sus sentidos a expandirse, fusionándose con las esencias del bosque; por unos instantes su cuerpo parecía bailar suavemente ante los movimientos diminutos pero constantes de la tierra, su cuerpo se hallaba en paz, y su mente dejaba de pensar. Los problemas no tenían lugar en esos bellos instantes en que el pequeño respiraba pausadamente y las emociones eran liberadas. Esos momentos maravillosos podían contraer o expandir el tiempo, pues Bombulin sentía que eran algunas veces años, mientras que otras veces solo parecían un abrir y cerrar de ojos.
Cuando sus ojos se abrieron la noche había desplegado sus sombras, y las estrellas brillaban en lo alto del cielo; sus ojos tardaron unos minutos en acostumbrarse a la tenue luz, y apenas sucedió, con un suspiro Bombulin apoyó sus manos sobre las rodillas y se levantó para emprender el camino a casa.
Mientras caminaba por el improvisado y viejo sendero silbaba imitando sonidos de pájaros silvestres, rompiendo con la tranquilidad de la noche, y compitiendo con el cántico de los grillos. Sus pasos eran lentos, firmes pero un poco más livianos que los que lo habían llevado hacia allí. Se encontraba un poco más tranquilo y despejado que al comienzo del viaje, y decidió entonar algunos versos en los que había estado pensando, sin ninguna rima aparente o sin poder cantarlos, pues esto último le costaba bastante.
"En la búsqueda de un lugar en el mundo
me encuentro mirando el infinito
buscando un lugar que sienta mío
anhelando gente que me quiera a mí
que me busque con el pensamiento
que tenga sentimientos hacia mí
que nunca pierda las ganas de correr a mi encuentro."
Llegó a su casa cuando la brillante y blanca luna se posó en lo alto del cielo azul; su hogar era una pequeña cabaña de roble, con techo de paja y barro, una vieja construcción familiar, que había pasado de generación en generación a través de los padres maternos de Bombulin, siendo hoy sus padres los propietarios de la misma. La casa se encontraba sobre una lomada de verdes pastos y un naranjo le daba un tinte de color al pequeño paisaje.
Todas las luces estaban apagadas cuando Bombulin abrió la puerta, la tranquilidad reinaba en el ambiente, tranquilidad que tan solo duraría unos instantes, dichosos y agradables instantes, pues cuando se encontró sentado en la silla de madera que había en la mesa de la pequeña cocina-comedor, su madre salió de la habitación.
-¿Qué horas son éstas de llegar a la casa? -Dijo, con el entrecejo fruncido y alarmando a toda la casa-. ¿No eres consciente de que por tu culpa podríamos correr peligro todos nosotros? Siempre tan desconsiderado -Bombulin no contestó.
Su padre y su hermana dormían, pero su abuela, la madre de Reina, su madre, apareció entre las sombras de su cuarto para pedir silencio a esas horas.
Cuando observó la situación también intervino.
-Bombulin ¿no te das cuenta de que siempre traes problemas a esta casa? Tu madre nunca tiene descanso contigo, siempre sufriendo, siempre preocupándose, siempre lidiando con tus problemas -Bombulin solo miraba el suelo y sin contestar, se levantó de su silla y emprendió lo que le pareció un interminable pero conocido camino a su cuarto.
Mientras su cuerpo se preparaba para un descanso en la suave cama de paja recubierta, los bullicios seguían su curso detrás de la puerta. Todo estaba oscuro en la habitación y su mirada permaneció fija en las tinieblas, tan profundas que en unos instantes sus ojos podrían haber estado abiertos o cerrados, pues la oscuridad sería la misma.