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-Adiós, Piotr. Sé fiel al que hayas jurado fidelidad; obedece a tus superiores; no persigas sus favores; no busques trabajo, pero no lo rehúyas tampoco, y recuerda el proverbio: «Cuida la ropa cuando está nueva y el honor desde joven.-Mi madre, entre lágrimas, me pedía que cuidara mi salud y ordenaba a Savélich que vigilara al niño. Me pusieron un tulup de conejo y encima un abrigo de piel de zorro. Emprendimos el camino, yo sentado en la kíbítka junto a Savélich y llorando amargamente.

Aquella misma noche llegué a Simbirsk, donde pensaba pasar un día para comprar varias cosas, tarea que encargué a Savélich. Me instalé en una hostería. Desde por la mañana, Savélich se fue de compras. Aburrido de mirar por la ventana a una callejuela sucia, me dediqué a recorrer todas las habitaciones. M entrar en la sala de biliar, vi a un señor alto, de unos treinta y cinco años, con un largo bigote negro, en bata, con el taco en una mano y una pipa entre los dientes. Estaba jugando con el mozo, que al ganar se tornaba una copa de vodka y al perder se metía a cuatro patas debajo de la mesa. Me puse a observar el juego. A medida que proseguía, los paseos a cuatro patas iban siendo más frecuentes, hasta que por fin el mozo se quedó debajo de a mesa. El señor pronunció varias palabras fuertes a modo de oración fúnebre y me propuso jugar una partida. Rehusé diciendo (que no sabía. Por lo visto, esto le pareció extraño. Me miró con cierta lástima, pero nos pusimos a hablar. Me enteré de que se llamaba Iván Ivánovich Surin, que era capitán del regimiento de húsares, que se encontraba en Simbirsk reclutando soldados y que vivía en la hostería. Surín me invitó a comer con él lo que hubiera, corno soldados. Accedí con gusto. Nos sentarnos a la mesa. Surin bebía mucho y me hacia beber diciendo que había que acostumbrarse al servicio, me contaba anécdotas militares que me hacían retorcer de risa, y cuando nos levantarnos de la mesa éramos ya muy amigos. Entonces se ofreció a enseñarme a jugar al billar.

-Es indispensable -me dijo- para los que somos militares. Por ejemplo, llegas en una marcha a un pueblecito. ¿Qué vas a hacer? No va a ser todo pegar a los judíos. Quieras que no, tienes que ir a una hostería a jugar al billar; y para eso hay que saber hacerlo.

 
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de Alexander Pushkin

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