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Generalmente estas creencias son solidarias de una concepción
cíclica del tiempo. Otras doctrinas en cambio, vinculadas a una concepción
lineal del tiempo, como la cristiana, por ejemplo, sostienen una única
resurrección. Desde posiciones monistas materialistas la muerte es concebida
como desorganización, como disgregación del organismo, de forma que se niega
toda inmortalidad. Durante muchos años se equiparaba al sueño con la muerte y la
nada. Se venía presentando al sueño como un fenómeno negativo, nada más alejado
de la realidad. En el sueño, además de estar impregnado de datos positivos que
hasta tienen un dinamismo propio, se han descubierto distintas etapas en las que
caemos inmersos cuando intentamos dormir. Se distingue un presueño, dividido a
su vez en tres etapas: sueño espontáneo y activamente buscado; sueño espontáneo
y no buscado; y sueño impuesto por fármacos hipnóticos. A la fase de presueño le
sigue la fase de adormecimiento, subdividida en dos: el preadormecimiento en el
que se aprecia un descenso de las capacidades, de la vigilancia, de la atención
y de la actividad intelectual; y el adormecimiento propiamente dicho, en el que
se perciben experiencias sensoriales intensas como olores, luces, sacudidas
mioclónicas generales que pueden despertar al sujeto, visiones abstractas etc.,
etapa donde el sujeto cree que el sueño es una aventura en la que está
participando. A la fase de adormecimiento le sigue la de sueño lento, dividido
en ligero, mediano y profundo, con oscilaciones entre ellas. A medida que se
hace más profundo el sueño lento, disminuyen los movimientos espontáneos. En
esta etapa se conserva cierta capacidad de discriminación sensorial. De aquí que
sea despertado más fácilmente por estímulos inhabituales y cargados de
significación afectiva como por ejemplo escuchar la mención de su nombre. A la
etapa de sueño lento le sigue la de sueño paradójico, en la cual destaca la
aparición de movimientos de masticación y ruidos guturales. Se aprecia una
activación pequeña de los movimientos de cara y dedos, una atonía muscular
total, por lo que los ojos pueden permanecer entreabiertos, erección del pene o
su equivalente femenino, bruscas fluctuaciones en pulso, respiración, etc. Es
una etapa en la que tenemos los sueños. Pero también es una etapa peligrosa en
la que podemos sufrir graves accidentes psicosomáticos como por ejemplo infartos
de miocardio. El sueño en esta etapa es muy activo, profundo. Freud estableció
que la mayor parte de los sueños en esta etapa tienen un contenido sexual. Al
bloquearse el sueño paradójico y cesar, consiguientemente se produce una
descarga instintual divina que ocasiona las mencionadas alteraciones de la
conducta.
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